jueves, 31 de marzo de 2011

ANDRÉS BOHOSLAVSKY - NARRATIVA




Explotaciones y otras bellezas

  
En el fondo del vagón, un tipo de cara afilada y barba en el mentón,
como un viejo bolche, recitaba estas palabras para un público que no le prestaba mucha atención pero era su actuación cotidiana que alcanzé a escuchar al quitarme los auriculares para cambiar las pilas:

“ Los dueños de las fábricas buscaban la manera de bajar sus costos
y aumentar las ganancias, y encontraron en las ideas del ingeniero estadounidense Frederick Taylor una ayuda invalorable.
El método de Taylor consistía en calcular el tiempo promedio para producir
un determinado producto o una parte de él y obligar al obrero a acelerar el ritmo de trabajo asimilándolo a una máquina. 
Esto se lograba a través de tres métodos fundamentales:
a) aislando a cada trabajador del resto de sus compañeros bajo el estricto control del personal directivo de la empresa, que le indicaba qué tenía que hacer y en cuanto tiempo
b) haciendo que cada trabajador produjera una parte del producto, perdiendo la idea de totalidad y automatizando su trabajo
c) pagando distintos salarios a cada obrero de acuerdo con la cantidad de piezas producidas o con su rendimiento laboral.  Esto fomentaba la competencia entre los propios compañeros y aceleraba, aun más, los ritmos de producción.
La máquina establecía la intensidad del trabajo y, a su vez, cada obrero requería saber menos, pues para realizar una tarea mecánica y rutinaria (ajustar un tornillo, por ejemplo), lo único que necesitaba saber era obedecer.
De esa forma, el empresario ya no dependía ni de la buena voluntad del trabajador para realizar su tarea eficazmente (la máquina le marcaba el ritmo) ni de sus conocimientos.
El obrero era, según Taylor, un buen "gorila amaestrado" que hacía
lo que otro había pensado y, al mismo tiempo siguiendo el esquema de Adam Smith, producía más en menos tiempo, pues reducía el costo y aumentaba la
ganancia...

y así siguió y siguió y siguió hasta llegar el tren a Moscú donde todos bajamos a nuestro trabajo cotidiano Ulises ( así se llamaba ) me alcanzó y me dijo que también escribía poesía pero prefería recitar la historia porque la consideraba mas fácil de entender y le reportaba mas monedas.

Andrés Bohoslavsky



MARTA COMELLI - NARRATIVA


 VERDE CLARO

''Si me enseñaras qué es el verde claro...''
Héctor Viel Temperley


Un soldadito de plomo me tapa los ojos, corre una cortina y lo sé porque escucho las sedas deslizándose hacia un costado.
El soldadito se escurre entre los pliegues de la cortina, los pliegues de mis ojos o los pliegues de su vestido alado. El de la media mujer.
Ahora comprendo; veo porque la venda tiene un hueco.
''El corazón le sobra'' dijo el soldadito y alguien lo recortó, perfecto, con su forma y así pude ver. Era todo verde claro, especialmente el ramillete de uvas frescas sobre el plato, desprendidas de algún otoño inquieto, y la pluma, en la mano de la mujer, media.
La mujer tiene medio cuerpo pero solo puedo verla con un ojo. A sus espaldas una pared joven. Habla ella, la media mujer y dice que morí de muerte natural y yo cambio el ojo que mira tras el recortado corazón, por el otro ojo, pues me siento vivo, aún.
El soldadito de plomo ahora es verde claro, los lienzos que cubren a la mujer son de un color indescifrable. Ella se abraza a nada y de  su medio rostro  sale un pez o es lo que veo con mi medio ojo que se asoma por mi corazón que recortaron, desfigurando parte de la venda que aún se queja de dolor y besa parte de mi boca.
Quiere mi boca gritar pero entre ojo y ojo hay un corazón que aún late, entonces mi mano amordazada lee como en una postal que la mujer se enamoró de un maniquí al que creyó un soldado color verde claro, ahora de plomo, y que fue su amor hace mucho tiempo. El soldado-maniquí se aleja de ella o me parece, no distingo bien. Presiento que es para que yo, distraídamente pueda sacarme la venda y ver claro, verde, las gotas heladas que ruedan al piso formando un charco que al final, presiento son los restos de la media mujer de color verde,......claro.



CRISTINA VILLANUEVA - NARRATIVA


  Biblioteca cuerpo casa



Los  libros se adueñan de la casa que es como un adueñarse con pena porque  son nómades, libres, no esperan ser amos, les gusta desparramarse como el agua,  van desde  la multiplicidad hacia las manos y los ojos y  se derivan en tiempo, azar, deseo, memoria.Hay una biblioteca que sube  escalón por escalón a la promesa de cielo, siempre  incumplida.Estantes blancos que abrazan los vacíos.Mis  libros preciados, están adelante, enfrentados con  el jardín, abriendo diálogos vegetales.Se cuentan un origen común .En ese espacio que es como un balconeo de cuerpo femenino  nutricio. Libros que hablan sobre libros, miniaturas de cuentos,  fragmentos y esas lecturas de placeres textuales, los que producen cierta exaltación, van y vuelven , a la cama, al sillón rojo del dormitorio.Hay varios en juego, para darles pequeños mordiscos, o tocarles las páginas hasta que suelten un olor, un secreto, una caricia..Son los elegidos que comparten ese amoroso abrazo con la biblioteca del dormitorio, la de adelante se pronuncia, me incita.La de atrás, poesía  la del consultorio, pisoanalisis.La de otro mueble biblioteca,  temas sociales , los libros del ausente, sus marcas, los que nunca leí. Hay una biblioteca, viva, vital y otra que casi no se toca y otra más, detrás de un mueble como un secreto inmovilizado, mudo.Porqué dejaremos en la oscuridad ciertas zonas, ciertos libros, en este caso la dificultad de accceso   parece justificarlo, aunque lo perdido , lo soslayado, no siempre tiene lógica.Pensarlo angustia, esa ciudad que no vimos, el lugar al que no llegamos, lo que ya no conoceremos.Los  oscuros- claros, la civilización y la barbarie, el cerrado espacio sin salida.Del lado de la luz, la mesa con su mantel bordado de flores de Guatemala tiene  cajitas que guardan poemas ty pequeños textos que convido. como bombones.En un labrado porta Corán se ofrecen  servilletas  y  poemas, asoma un Borges  dando  inesperados giros.A veces a  cierta distancia, me parece ver un barco entre los libros.Me gustaría tomarlo, escribir lo que queda del día, navegar ese mar de lenguaje y convidar.Convidar palabras, muelle, mórbido, huella, preciosa, almohada, hada ,Alhambra  como un palacio de las 1000 y una y contar, leer, escribir, infinitos cuentos. Una noche más    para gozar de la felicidad clandestina de los libros que se pierden y recobran.Una noche más, que  han quedado tantos sin leer en los recovecos de mi propia casa.Una noche más.

 Cristina Villanueva 

CÉSAR BAZÁN SEMINARIO – NARRATIVA




Una familia en la Calle Humboldt

Deshuesar vivos a carabineros es una obligación muy popular entre los Capitea del Pozo que se encuentran alrededor de 60 y 80 años. No hay uno de la familia que supere los 81 sin haber cumplido su deber. Los jóvenes no pueden explicarse porqué sus abuelitos y tíos abandonan sus quehaceres diarios como ver televisión, leer el diario (que últimamente trae noticias que a los pobres viejitos le escarapela el cuerpo), tomar la siesta, para reunirse en grupos de 4 ó 5 personas con el fin de organizar sigilosamente un plan.
Por las mañanas de la segunda semana de enero es común ver a los abuelos Capitea del Pozo pasear por el parque de La Riva. Se sientan en parejas y se regocijan observando el respeto que sus canas inspiran en los jóvenes retoños. Conversan amenamente y alimentan a los cuculíes con piedritas que temprano recogieron de sus jardines. Un par, previamente designado, da vueltas al parque observando y descartando posibles prístinos. Esperan ubicar un carabinero perfecto. Si no encuentran uno que los satisfaga, regresarán al día siguiente y al día siguiente, pero si después de eso el hombre preciso brilla por su ausencia se mudarán a la Plaza Bolívar que a pesar de haber sido conocida por sus robos, ahora presenta un agradable panorama. Hace 15 años que no se han visto en la necesidad de abandonar el parque de La Riva, y este año, será igual.
Cuando los viejitos Capitea del Pozo ubican a su prístino (apodo que le dan al elegido luego de reconocerlo en el primer examen visual) caminan cerca de él y lo saludan amablemente esbozando una dulce sonrisa: primero con la mano derecha en el sombrero de copa y, luego, a la segunda vuelta, con el pulgar y el índice diestros en el nudo de la corbata. Si el pobre saluda cortésmente sus posibilidades de una muerte lenta e indolora aumentan sustancialmente.
Concluido el primer encuentro los viejitos se encierran semanas enteras en la oficina del mayor de ellos para planear meticulosamente el rapto y lo precedente. Luego de arduas sesiones colmadas de candentes discusiones, sangre, sudor y golpes los hábiles maestros se toman dos días libres para hacerse chequeos médicos, confesarse y descansar. Les espera el gran día más grande que nunca. Los miembros más jóvenes de la familia se preocupan por sus parientes mayores que parecen haber perdido el juicio. Los adultos los tranquilizan, pues conocen el suceso. Mientras que los ancianos de la familia que superan los 81 se alegran porque un Capitea del Pozo los irá a visitar.
El mayor se encarga de los gastos, desde la ropa de todo el equipo hasta los implementos que usará el prístino en la ceremonia principal.
Este año el calor de Marzo ha sido brutal, pero para regocijo general vino acompañado por un fuerte aguacero que ha calmado la sed de toda la familia. El agua corría libremente por las pistas hasta llegar a las alcantarillas, por donde se escurría alegremente acompañada de un silbido abrumador que limpiaba la calle. A diferencia de la vecina Villa Caridad nuestra ciudad supo protegerse bien de las inclemencias de la naturaleza. El alcalde ha vestido a los carabineros con impermeables amarillos para que puedan soportar las húmedas noches bajo el amparo de la Cruz del Sur. Este año la tarea fue más difícil de lo acostumbrado debido al calor y la lluvia.
La tercera semana de Marzo se inicia el período para llevar a cabo el plan. El plazo culmina el 31 de octubre: antes del primero de noviembre. El mayor, dispuesto a irse lo más rápido posible pactó con sus compañeros la primera semana de abril como fecha terminal. Por las noches los carabineros duermen incómodamente dentro de sus casetas de vigilancia o sobre sus sillas de madera acondicionadas con un cojín de espuma. Cada 5 años un carabinero es tomado por sorpresa durante el sueño. Rodeado por un grupo amorfo, armado de canas blancas y pecas en las manos, es hábilmente inutilizado. Sus restos vivos son llevados ante la atenta mirada del parque de La Riva a los pies del monumento principal: dos brazos enormes moderadamente distanciados con unos grilletes rotos en señal de liberación.
El prístino sueña con un jardín hermoso o con un túnel brillante dependiendo de la habilidad del verdugo. En esta oportunidad, según el historial de este Capitea del Pozo, siente un cosquilleo en los antebrazos mientras atraviesa con gran cuidado los retoños de jazmín. Si voltea para ver lo que dejó atrás no volverá a avanzar, por eso es preciso que todo se lleve a cabo con el mayor cuidado. El mayor extiende la mano y recibe el frío metal. El cosquilleo ataca las piernas del carabinero y las extiende, las vuelve más largas, delgadas y ligeras. El prístino camina sin sentir sus pies y sus brazos cuelgan como el silbato de su cuello, sin enterarse que lo acompañan en el paseo. Camina cada vez más libre, en busca de lo hermoso que lo llama detrás de los grandes girasoles. Las rosas no lo lastiman, sangra y pasa a través de ellas con una sonrisa de enajenado.
Tras los girasoles se ve un cielo rojo con nubes rosadas que despiden al ardiente sol. Recibe entre sus dedos una mano arrugada que le trasmite lo hermoso del hipnotismo. Luego de los girasoles gigantes ve el cegador sol: olvida dónde está y muestra sus dientes con soltura. La figura guía entre canas y pecas al prístino por un camino sobre un río, cuyo rumor no deja oír. Nada más. No oye el ruido de sus ropas ni ve el color perplejo del cielo, saborea sus labios y espera que el olfato lo guíe, lo lleve de la mano con el maestro de la experiencia. Lo sostiene, es lo único que lo sostiene. Con una caricia de algodón y gasa el más joven de los ancianos limpia la sangre en todo el rostro del prístino. La luz entra por la boca, no siente más aquel olor añejo, no tiene miedo, y dentro de unas horas no tendrá que alucinar más.

Muy temprano en la mañana siguiente, el carro mortuorio, ordenado semanas atrás, lleva el ataúd del mayor de los Capitea del Pozo a su descanso final. Una calle más abajo de Humboldt, en el parque de La Riva, un carabinero encuentra a un compañero muerto que no puede mantenerse erguido sobre su incómoda silla.


ALEJANDRO S. ALONSO GÓMEZ ./ NARRATIVA.


En una tarde de verano

Muchos hemos venido al lugar sólo para refugiarnos; afuera sufríamos, en la densa tarde, el agobio del tiempo estival. La obligada estancia ahora nos añade sopor y tedio. Cada cual a solas, cavilando absorto, espera en el café que pronto el bochorno amaine, para en su oportunidad poderse marchar. El sitio no ofrece motivos para la distracción de la vista; en cada giro la mirada vuelve a encontrarse con los mismos objetos, los mismos colores, los mismos rostros aburridos. Mas de pronto, en una nueva ojeada hacia uno de tantos lugares donde mi vista había pasado, sin detenerse, con la convicción de encontrar ahí desconocidos que no motivan mi interés, te descubro. Seguramente también te refugias del calor de afuera; estás sola, como los demás, como yo; atrapada también en el tedio de la tarde. Me anima verte; eres entre todos los que aquí se encuentran la única persona que conozco. ¡Pero qué digo; cómo me atrevo a pensar que te conozco! Bueno, a diferencia de los demás que aquí se encuentran, eres la única a quien sí he visto antes, y no ha sido una sola vez. Es más, en un tiempo fuimos compañeros de trabajo; incluso en una ocasión nos presentaron. Luego nos vimos algunas veces a la entrada o a la salida del trabajo. En cierta medida estábamos cercanos, mas a pesar de tal proximidad, lo cierto es que nunca te he tratado.
Tú no escudriñas, como yo, en todas direcciones; tu mirada permanece fija hacia lo que se encuentra frente a ti, o tal vez sólo se pierde en el vacío. Seguro que hasta el momento no has reparado en mi presencia. Te veo tan abstraída que pienso nunca voltearás hacia donde estoy, y con algo de desaliento vuelvo la vista hacia la ventana próxima, atisbando a través de ella, en espera de contemplar pronto la caída de la tarde. No obstante, una tentación es persistente y tras breve lapso, sin dejar de atender la observación de la tarde, comienzo a mirarte de soslayo. Luego de hacerlo varias veces, llego al convencimiento de que eres el único motivo interesante en el lugar. De nuevo ya te contemplo plenamente; capturas toda mi atención. He dejado de sentir el tedio; en tu visión encuentro motivo para pensar y recordar, y con ello comienzo recordando aquella vez cuando nos presentaron. Cómo quisiera, pienso ahora, que aquella presentación hubiese sido en otras circunstancias. Fue en un mal momento, porque nuestra atención estaba dispersa entre mucha gente; era una de esas raras ocasiones en que estuvimos reunidos todos los empleados de la empresa, en las que cada quien sólo se congregaba, para conversar, con sus compañeros más próximos, de su área de trabajo. Nuestro saludo al presentarnos fue un acto maquinal; nos vimos un instante, indiferentes, y un minuto después, ya en otro punto y con distintas personas, estoy seguro de que nos habíamos olvidado uno del otro. Otras veces te vi, al entrar o salir de las labores, pero en ellas también solamente nos dirigimos otro maquinal saludo de rutina. Ahora en el café aunque a cierta distancia, con varias mesas de por medio, por primera vez te contemplo por mucho más de unos segundos. No recuerdo haberte visto alguna vez dentro de las oficinas; la empresa era muy grande y estabamos en departamentos tan separados uno de otro. Ahí 'conocí', por decirlo de alguna manera, muchas compañeras de trabajo, de las cuales, en la mayoría, he olvidado los nombres. Pero del tuyo sí me acuerdo: sí, no te estoy confundiendo; estoy seguro de que tú eres Graciela.
Algunos lugares entre tú y yo ya se han desocupado; los huecos producidos me permiten contemplarte más completa. Estás casi de perfil respecto a mi punto de observación; ahí sentada, se aprecia desde tu rostro hasta el contorno de tus piernas que se dibuja en tu vestido. Conforme voy mirándolas, encuentro belleza en cada una de tus partes. Sin duda ya me estás gustando más de lo que me hubiera podido imaginar; comienza a parecerme muy extraño que hayas estado varias veces a mi vista sin que apreciara lo que ahora miro. Tal vez sería porque siempre te vi entre la multitud de empleadas de la compañía, donde no eran escasas las chicas atractivas. Ahora, por primera vez, de verdad te estoy mirando y ya no eres una de tantas. ¡Qué extraña condición! Tenía que verte aparte de las otras, en señalado momento de soledad, para que me fijara en ti. Al contemplar tu rostro, de pronto sus rasgos se me revelan hermosos; miro tus ojos, que aún no me descubren, y pienso cómo será su contemplación cercana, reflejándome entre sus destellos emocionados; observo tus mejillas y trato de adivinar la sensación de mis manos al acariciarlas; la vista de tus labios me lleva a imaginar la húmeda calidez de unos besos que desconozco; de tus manos imagino sentir la tersura de su caricia; y al contemplar la perfilada insinuación de tus formas, en tu pecho y en tu talle, recreo, como si la experimentara en realidad, la excitante sensación que tendría al aprisionar en estrecho abrazo sus turgencias. Y así la imaginación continúa recreando sensaciones: rubores y erizamientos de una enaredecida piel, así como pulsos y vibraciones de los cuerpos en contacto. Me pregunto si tú también llegarás a fijarte en mí; tal vez, en la misma forma en que yo te veía, antes me habrás mirado sin mirarme y sea para ti uno de tantos. He estado deseando con vehemencia que voltearas, y de pronto, como si mi deseo tuviera algún misteriosos poder, has comenzado a mirarme. Al reconocerme, el gesto y la sonrisa que me regalas, a manera de saludo, son un primer rasgo de verdadera comunicación entre nosotros. Dialogan nuestros ojos y tu mirada me revela mucho más que gusto; creo percibir en ella un anhelo; me hace alentar expectativas; interpreto en tu expresión la promesa de un tiempo para mí; para cuando nuestra densa tarde haya muerto.
Pasó la tarde y una incipiente noche tibia nos envuelve encaminados hacia un sitio que ha de acunar las primicias de nuestro idilio. Arribamos a tal destino. Es un centro propio para parejas de enamorados, donde se baila a media luz. Lo grato del ambiente y la complicidad de la luz tenue brindan un ámbito propicio para el preludio del íntimo encuentro. No hablamos, nuestros ojos se entienden mejor; como lo había presentido, ya experimento la emoción de la contemplación cercana. Mis manos se solazan con la tersura de tu piel; en impensado momento mis labios encuentran la humedad de los tuyos; también tus manos me prodigan sus caricias. Súbitamente irrumpe en el ambiente la magia de incitante música que nos invita a la pista, para iniciar el que ha de ser, a más de baile, apasionado abrazo. Bailamos un sensual blues de nombre sugestivo: "Tiempo de verano". Es el erótico blues de lánguidas notas y cadencias lúbricas, creación de un gran músico norteamericano. Su ritmo sincroniza con nuestros pulsos, estimulando nuestras sensaciones. Tal vez con alguna intención, los ejecutantes prolongan la sensual melodía; con cada vuelta del tema melódico la tensión aumenta; ya percibo tu emoción; se eriza el terciopelo de tus senos. MI excitación también ya te acaricia; una exaltación que responde a la incitante vibración de tu cuerpo. Por fin la melodía concluye, volvemos a la mesa, pero ya no deseamos permanecer en el lugar; es imperativo el reclamo que nos ha de llevar a otro destino.
Repentinamente te levantas, mientras me encuentro en un breve lapso de desconcentración. Cuando reparo en el suceso te veo desaparecer detrás de gente que se encuentra de pie; no pude ver hacia donde te diriges y por unos momentos pienso que has ido al sanitario o al teléfono. Estoy esperando tu regreso, mas transcurren unos minutos y no vuelves. Con preocupación comienzo a pensar en la posibilidad de que te hayas marchado; entonces me dirijo a un camarero que ha permanecido cerca de la puerta y le pregunto si ha visto salir a alguien. Me contesta que sólo vio a una señorita y para más información me da tus señas. Vuelvo a mi lugar anonadado. Aun no me convenzo y continúo esperando tu retorno, pero al pasar el tiempo, poco a poco se desvanece la esperanza. Me he preguntado por qué me quedé inmóvil, sin intentar seguirte o buscarte, y me he respondido que fue por temor a exponer mi ensueño a tu desdén. Desalentado vuelvo mi vista a la ventana próxima, en el momento preciso en que se puede contemplar a través de ella la caída de la tarde. Pensativo permanezco un momento más, sentado frente a mi taza de café.

domingo, 27 de marzo de 2011

Akira Kurosawa en su gran obra Sueños



Hace 21 años, el maestro Akira Kurosawa en su gran obra Sueños, mostró la explosión de 6 centrales nucleares en Japón

Los diálogos, más que escucharlos, hay que sentirlos

Se los quiero compartir (Iris de Neuquén)

jueves, 24 de marzo de 2011

NOTA A LOS LECTORES



Desde esta edición de ARTESANÍAS LITERARIAS comunicamos a los lectores que los nuevos materiales en todos los rubros se publicarán cada diez días. 

Vamos a introducir algunos cambios en las secciones de poesía y narrativa, textos literarios y ensayos. 

Materiales de mucha extensión serán publicados sus comienzos y luego un enlace para continuar la lectura.

Queremos que estas páginas sean un reflejo de la cultura en todos los ámbitos. Todas las novedades podrán apreciarse desde el 1º de abril de 2011.
Esperamos vuestra adhesión y estímulo.

Andrés Aldao

LECTORES Y COLABORADORES DE ARTESANÍAS LITERARIAS:


LOS ASESINOS DE EZEIZA


En las calles y plazas de la Argentina se conmemora el Día de la Memoria en recordación del golpe de estado del 24/III/1976. Consecuencia del mismo desaparecieron treinta mil personas, torturadas, humilladas, fusiladas, arrojadas al mar, los hijos robados, hogares destrozados, y muchos inocentes masacrados por el terrorismo de estado. Al frente de esas marchas y evocaciones están las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, cuya actividad incansable quebró el silencio y la barrera de los militares asesinos: ¡TODO EL HONOR PARA ELLAS!

Al mismo tiempo levanto la bandera contra los iniciadores del terrorismo de estado, los integrantes de la Triple A, López Rega, Almirón, Villar, Osinde, Norma Kennedy en la tragedia de Ezeiza el 20 de junio de 1973, día del regreso de Perón.

“El 20 de junio, sobre la Richieri, estaban todos los que eran ya asesinos y que luego adoptarían el nombre formal de Triple A. Los comandaba el teniente coronel Osinde, un hombre de López Rega (trabajaba para el Ministro), los de la CNU, los del CdeO, los matones de la UOM, la UOCRA, SMATA, los suboficiales y oficiales retirados, los del COR, la JSP. También Almirón y Morales (jefes de la Triple A) estaban en Ezeiza.
“Venían a reprimir salvajemente avalados por una amplia coalición política de los ortodoxos, los heterodoxos, los filo fascistas, los burócratas sindicales. Los de Brito Lima y Norma Kennedy – que junto a Osinde coparon la Comisión Organizadora de la bienvenida al General – la gente de Rucci, Paladino, Lorenzo Miguel, todos los que querían voltear a Campora y liquidar cuanto antes a la Tendencia”.
Allí estuvimos y hoy llevamos nuestra solidaridad a las cientos de víctimas de los crímenes de hace 37 años, y a los eliminados y desaparecidos de la dictadura terrorista. 

miércoles, 23 de marzo de 2011

EDGARDO KORDON - El Alemán


EDGARDO KORDON - del libro "La verdad oculta en el bosque"



El Alemán (cuento ya publicado, especial para "los idus de marzo")

Era raro el Alemán. Cuando todos los pibes de la cuadra jugábamos a la pelota en la calle, él estaba en otra. Nunca participaba de los partidos. Se dedicaba a buchonear. Me acuerdo de aquel día. Carlitos estaba cascoteando a los gorriones que revoloteaban por los árboles. Se armó un quilombo de puta madre cuando apareció el Chevrolet 47, negro, el que tenía la plataforma al costadito para treparse. Era hermoso. Recién lustradito estaba. El Rengo gritó ¡¡AUTOOOO!! justo cuando el Goma se estaba escapando solo para meter el gol del empate. Le decíamos el Goma por la flexibilidad que tenía para jugar. Años después, a un jugador de Ferro le pondrían el mismo apodo. El “Goma” Vidal, ¡¡Qué jugador!! Yo estaba en el arco. Siempre me mandaban a jugar de arquero porque era el más pendejo del equipo. Igual, a mí me gustaba. Mi ídolo era Marrapodi, el que volaba de poste a poste, un fenómeno. También me gustaba Roma que después pasó a Boca. Todavía me acuerdo del equipo del 59. Roma, Mogaburu y Marzolini. Ríos, Balay y Devita. Juárez, Berón, Acosta, Lugo y Garabal. ¡¡Mi madre!! ¡¡Qué equipazo!! Salió tercero, en la mejor campaña hasta ese momento, sólo superada por los campeonatos y subcampeonatos del 81 al 84. No es fácil ser verdolaga. Hoy en día estamos sufriendo un montón. Acá, en este país, si no sos de Boca o River o de algún equipo grande, te segregan como segregan a todas las minorías. Pero me estoy yendo por las ramas. La cuestión es que el Goma, el crack del equipo, había agarrado la pelota de cuero marrón, brillante, recién engrasada, y nos fuimos todos a la vereda. Cada vez que pasaba un auto, se interrumpía el partido. Suerte que pasaban nada más que tres o cuatro por tarde. Se ve que Carlitos, que no podía jugar porque lo habían quebrado en el desafío contra los de la otra cuadra, no escuchó el grito del Rengo. En ese mismo momento, lanza el cascotazo que choca contra el cable de la luz y da de lleno en el techo del auto. Ahí nomás, el chofer clava los frenos y se baja un urso trajeado que medía como dos metros.
–¿Quién fue?– empezó a los gritos.
Nadie respondió.
–¿Quién fue?– insistió e hizo el ademán de sacar un bufoso.
Se armó el desbande. Después nos enteramos que el Alemán lo marcó a Carlitos que la ligó de lo lindo. También el pobre Rengo. Claro, como no podía correr rápido, el turro éste lo cazó de los tiradores y le dio un par de sopapos que lo dejaron aturdido por una semana. El grandote era el custodio de un ministro, creo. Mientras, el guacho del Alemánse hizo el boludo y se fue silbando bajito. Era raro el Alemán. Raro y cagador, además. Desde ese día le tengo bronca. Antes ni fu ni fa, pero después de la buchoneada que se mandó, no lo pude ni ver.
También me acuerdo que cuando cumplió 12 años se apareció con una carabina de aire comprimido que le habían regalado. Y le mató el punto a todos, porque por cada gorrión que bajaban Carlitos o el Rengo, que eran los que más puntería tenían con la honda, el Alemánbajaba no menos de cinco o seis. ¡¡Qué bien que manejaba el arma el hijo de puta!! Una vez, el Sapo –le decíamos así porque tenía unos ojos saltones que si te lo encontrabas de noche salías disparado del cagazo que te pegabas– le ofreció jugar un partido porque justo nos faltaba uno para poder completar el equipo. Este boludo le dijo que no, que por orden médica no podía hacer actividad física, que tenía no sé qué problema en los pulmones. Para mí que le metió un bolazo para que no nos diéramos cuenta de que era un tronco. Si yo, que tengo asma desde chiquito, podía jugar lo más bien, aunque a veces me agitaba un poco. Igual, me mandaban al arco, por las dudas. Para que no me pase como aquella vez que, en medio de un partido por el torneo de la parroquia, me agarró un ataque que me tuvieron que llevar de raje al Posadas. Me pichicatearon de lo lindo y me repuse al toque, pero me agarré un julepe bárbaro. Desde ese día jugaba al arco aunque, a veces, cuando íbamos ganando tranquilos, me dejaban jugar arriba, cosa que no sucedía muy a menudo, como pasaba con Ferro.
Yo soy de Ferro, por herencia. Mi viejo nació en Caballito y era amigo de Sarlanga, un crack de las décadas del treinta y cuarenta. Formaba parte de una delantera maravillosa. Maril, Borgnia, Sarlanga, Gandulla y Emeal. Nunca los vi jugar, pero me contaba mi viejo que eran unos fenómenos. Lástima que enseguida los empezaron a vender. A Sarlanga, Gandulla y Emeal los vendieron a Boca. A Maril, a Independiente y al otro, no me acuerdo. Entonces, cuando venden a todos los buenos jugadores, el equipo se resiente y ya no rinde lo mismo. Así es la historia de Ferro. Cuando empezaba a asomar la cabeza le vendían los jugadores que era como hundírsela de un mazazo. Lo mismo que le hacían al pobre galleguito, el hijo de Don Manuel, el almacenero. Cada vez que llegaba a la casa más tarde de lo que le habían dicho, lo cagaban a cintazos y, al otro día, aparecía todo machucado. Pero otra vez me estoy yendo por las ramas.
El tema es que el Alemán nunca quiso jugar con nosotros. Siempre al costado, con su carabina y alcahueteando si alguno se mandaba una cagada. Como cuando saqué del arco, la empalé bien de abajo y me salió un tiro fuertísimo para el lado de los tomates y la pelota fue directo a la ventana del primer piso de la casa de los Torres, la única de la cuadra con planta baja y primer piso. ¡¡El ruido que hicieron esos vidrios!! Salió la mucama con su vestidito a cuadros. Estaba buena, pero siempre nos miraba con una cara de orto que nos sacaba las ganas de mirarle el ídem. Mi vieja, que era maestra, me enseñó que cuando uno no quiere repetir una palabra tiene que usar ídem. Y no va que el podrido del Alemán me señala. ¡¡Hay que ser alcahuete eh!! Al otro día, mi viejo tuvo que ponerse para pagarle el vidrio al Dr. Torres, que era abogado. No sé por qué le dirán doctores a los abogados si no curan a nadie. Y yo, una semana sin poder salir a jugar. Mi viejo era buen tipo, pero cuando te castigaba no había manera de hacerlo cambiar de opinión. Y eso que esa vez no fue a propósito. Tendría que haber buscado un buen abogado para que me defendiera, pero no como ese Torres que bien turro era. Mi viejo me castigó diciendo:
–¡¡Justo la ventana de ese hijo de puta, que está entongado con los militares, tenías que romper!!
–¿Qué tienen que ver los militares?– pregunté inocentemente.
¡Para qué! Se empezó a dar máquina con los golpes de estado, que Uriburu, que el golpe del treinta, que la década infame, que el golpe del 43, que Perón, aunque a Perón lo perdonaba un poco porque algo hizo por la gente. Mi viejo era gorila, pero un poquito peronista también. A Eva la quería. Y siguió con Rojas, Aramburu y la Revolución Libertadora, ¡Minga, que va a ser una revolución si eran flor de reaccionarios! Y ¿Libertadora? ¡Libertadora las pelotas!, decía mi viejo. ¡Que van a libertar estos hijos de puta, si eran unos dictadores! Y los azules y los colorados y que lo bajaron a Frondizi y que ¡adónde vamos a ir a parar! Y vos, que le rompés el vidrio a Torres. Toda la cuadra llena de gente de trabajo, honesta, y a vos se te ocurre romperle el vidrio justo a él. ¿Para qué le iba a discutir? La suerte estaba echada. Me la tuve que morfar. Una semana sin salir a jugar a la pelota. Igual, tan mal no la pasé. Hacía un mes clavado que habíamos comprado la tele, así que me di un festín de Cisco Kid, el Llanero Solitario y el Indio Toro, Piluso y Coquito, y los Tres Chiflados.
Al Alemán dejé de verlo durante unos años hasta que tuve la mala suerte de encontrármelo en la facultad, en los años setenta. Nuevamente hizo honor a su fama de buchón cuando, luego de una toma en repudio a la masacre de Trelew, se apostó en la puerta para ir marcando a todos los que, de una u otra manera, habíamos impulsado la medida. Dos días en Devoto me tuve que aguantar. Siempre me pregunté por qué alguien puede disfrutar delatando a los demás. Hay que ser muy especial, me parece. Tenés que tener el gen de la hijaputez, de la traición o de la maldad. ElAlemán tenía los tres, sin dudas. Es más, me parece que eran los únicos genes que tenía. No era otra cosa que un hijo de puta, un traidor y un mal bicho.
De todas maneras, nunca me imaginé que su peor faceta aún no había sido mostrada. Corrían los años ochenta, la dictadura había llegado a su fin. Yo disfrutaba de los campeonatos logrados por Ferro, de la mano del viejo Griguol. Fueron los mejores momentos en la historia del club, con Barisio en el arco. Gómez, Cúper, Rocchia y Garré –que jugó en el mundial del 86 con Maradona– en el fondo. Carlos Arregui, Cacho Saccardi –el ídolo máximo– y el paraguayo Cañete en el medio. Crocco, el uruguayo Giménez y Juárez, adelante. Después empezó a jugar el Beto Márcico, al que después vendieron a Francia. En cuatro años se lograron dos campeonatos y tres subcampeonatos. Sin embargo, como la felicidad nunca es completa, tuve un último encuentro con el Alemán, al menos hasta hoy. En un noticiero, las Madres de Plaza de Mayo estaban mostrando fotografías de represores, acusados de la desaparición de personas. Yo sabía que había entrado en la Marina pero nunca pensé que podría haber sido parte de los grupos de tareas de la ESMA. Cuando vi su foto, pensé: ¡¡Con razón los pibes del barrio le teníamos tanta bronca!!
Era raro el Alemán. Raro e hijo de puta. 

martes, 22 de marzo de 2011

TANIA ALEGRÍA




TIPOLOGÍA DE UN GÉNERO HÍBRIDO CON CONTORNOS DIFUSOS
O BREVE RELATO DE UNA LARGA TRAMA


Contemplaba su entierro con el pesar de quien se hubiese muerto sin querer.
No obstante, la muerte había sido una elección consciente.
Eso fue lo que me contó con los ojos empañados por las lágrimas, lo que hizo que esta vez le creyera inmediatamente. A los grandes novelistas hay que darles siempre el beneficio de la mentira.
Por resumir la historia relató que en un día de hastío, delante de la pantalla, decidió protagonizar a uno de sus personajes. No uno cualquiera sino su favorito, aquel que no tenía antagonista, por lo que consideraba esa novela un primor del realismo posmoderno. Es decir, no tenía un personaje físico como antagonista, el conflicto era garantizado por el arduo empeño del personaje principal en su ideal de libertad, igualdad y fraternidad, por decirlo de algún modo, puesto que consideró innecesario innovar en una fórmula consagrada.
Fue así como se presentó, paladín de los desahuciados, defensor de los obreros oprimidos, de los campesinos expoliados, de aquellos que padecían el hambre y carecían de justicia, todo expuesto con la exuberancia de su inventiva y la brillantez de su expresión en prosa narrativa y en poesía, sobre todo en poesía. Porque entonces se enteró de que además de su talento para la escritura creativa se expresaba con fulgor en pulcros versos, lo que despertaba una mezcla de adoración y envidia en los demás poetas y pseudo poetas que se reunían a su alrededor, suspirando unos y otros por la gracia de un comentario suyo, una palabra al menos, aunque se limitase a la dádiva de un insulto. Todo era mejor que soportar la hiel de su indiferencia porque a su alrededor giraban los planetas. Héroe de todas las batallas, hizo brotar la ferviente admiración de los varones y la pasión desvariada de las hembras. A todos y todas retribuía con igual generosidad poética y literaria.
Yo le escuchaba con interés y sin demasiada sorpresa porque conocía su talento y lo sabia capaz de tales hechos incluso en la vida real, más aún en el borrascoso ambiente de las virtualidades. Estaba a punto de aplaudir la originalidad de su presencia en el escenario virtual cuando me confesó que pese al éxito en el desempeño del personaje que él mismo había creado, hubo un momento en que la novela terminaba y no tenía cómo mantenerlo vivo después de la irremediable vuelta de la última página del libro. Por eso decidió morir.
Como el autor experimentado que era en esgrimir la pluma para dar vida, se esmeró en los entresijos de su muerte, de manera que se murió en gloria y pena. Gloria suya, pena para los demás que verdaderamente le estimaban, sobre todo para los que le habían elegido como blanco de las desenfrenadas devociones que suelen poblar las soledades virtuales. Dejó viuda, sin su ingenio y arte, a la larga multitud de sus afectos.
Fueron meses de duelo y condolencias, durante los cuales asistió con el alma plagada de compasión al sufrimiento que su ausencia causó en los seres que le eran queridos, compañeros, amigos y amantes. Con agradable sorpresa vio que desenterraban de los baúles de la memoria y del disco duro, relatos, cuentos, novelas y poemas que nunca había escrito, por dar continuidad a su existencia virtual y consolarse del abismo de la pérdida.
Había tenido el cuidado de dejar presente una heredera, personaje secundario de opacos contornos a él unida por lazos familiares confusos, destinada a preservar la herencia cultural y la influencia en los destinos de la trama a la cual ya no pertenecía.
Sin embargo, conforme explicó, la frágil tela del enredo sin el soporte de su presencia tendía a transformar una novela de personaje en una novela de episodio –o de espacios, aclaró citando Wolfgang Kaiser– debido a la dificultad de encaje en un género híbrido con contornos difusos, agravada por la ausencia del estrato fundamental que su protagonista representaba.
Poco a poco la satisfacción de saberse indispensable a la correcta perspectiva del cristal semiótico se fue transformando en pena de sí mismo, al leerse y sentirse tan amado y tan muerto, hasta que no pudo soportar el sentimiento punzante de que se echaba de menos de manera atroz.
Resucitó.

En ese punto del relato debo haber fruncido el ceño y arqueado las cejas mostrando mi resistencia a aceptar como verosímil la secuencia de los acontecimientos, porque se apresuró a explicarme –mientras encendía nerviosamente un cigarro en la colilla del que acababa de fumar– que no resucitó con el mismo personaje, sino con un personaje secundario. De la misma novela, me aclaró enseguida.
De manera que el nuevo protagonista fue presentado de modo que encajase perfectamente en el sustrato de la trama: era un amigo, casi un hermano, extraído de las páginas de donde había surgido el primitivo héroe, ahora muerto a los efectos de las realidades que había creado, pero vivo en la memoria de los que lo amaban y en las lucubraciones del narrador-protagonista, en el presente miserablemente reducido a tercera persona del singular. Antes así que muerto, concluyó.
La subtrama de transformación del personaje secundario le sumergió en un feroz desasosiego. Pálida imagen del protagonista principal, papel de calco del talante que ya no podía exhibir, faltaba genio al héroe privado de los referentes culturales de su arquetipo.
Casi no duermo de pensarlo, confesó. Ya me había percatado, por el temblor de sus dedos amarillentos por la nicotina, la inquietud de sus gestos, y una mueca que no le conocía, que a ratos le encogía la boca para el lado izquierdo en tirones sucesivos. Quise saber porqué no transformaba al personaje en alguien con quien se identificase plenamente. Respondió que no era posible: los seres que creamos tienen vida propia, aclaró.
Para más, los admiradores que habían mantenido viva la llama de la participación del muerto –en cuanto vivo– bajo la incandescente luz de los reflectores, tampoco se identificaron con el nuevo protagonista, hubo un quiebre del pacto de credibilidad entre autor y lector, de manera que poco a poco se alejaron, desaparecieron en la bruma virtual, dejando el intérprete a merced de transeúntes cuya permanencia de corta duración no bastaba para garantizar la curva ascendente del arco de transformación del personaje.
En suma: era infeliz. Sin capacidad de reafirmar o desestimar el espectro de su creación que tanteaba a ciegas entre lo irrelevante y lo esencial, en el presente se encontraba en un callejón sin salida.

Ése fue el breve relato que me hizo de lo que evidentemente era una larga historia. No disponía de tiempo para proseguir la conversación de manera que pagué la cuenta y salimos, no sin que hubiera notado que por primera vez no hizo mención de pagar o dividir el importe, tan sumergido se encontraba en el dilema que le consumía la existencia.
En la puerta nos despedimos. Bajó el ala del sombrero sobre la frente y levantó el cuello del sobretodo negro, a la vez que miraba furtivamente a ambos lados de la calle. Le vi alejarse en actitud solapada, caminando pegado a la pared, las manos en los bolsillos, los hombros encorvados, la cabeza inclinada, el mentón casi metido en el pecho, como si buscara pasar inadvertido entre la gente, anticipadamente juzgado por sí mismo y declarado culpable ante el juez de su consciencia.
En aquel momento tuve el vislumbre, casi certeza, de que otra vez había decidido asesinar al personaje. 





Poemas de Lenore Kandel



Presentación

Lenore Kandel, poeta estadounidense de la Generación Beat, nació el 14 de enero de 1932 en Nueva York y falleció el 18 de octubre de 2009 en San Francisco. A pesar de ser considerada una de las poetas más valiosas de la época moderna, su poesía apenas es conocida y su nombre, al igual que el de muchas otras mujeres de la Generación Beat, tan sólo ha comenzado a estudiarse recientemente.
La poeta publicó dos libros de poemas (The Love Book, 1966; World Alchemy, 1967) antes de sufrir un grave accidente de moto junto con su marido de entonces, el hell angel Billy Fritsch. Aunque el accidente le dejó graves secuelas permanentes en la espalda, Lenore no dejó nunca de escribir. El primer libro de poemas de Lenore Kandel, The Love Book, fue perseguido por presunta obscenidad y dio lugar a un famoso litigio: en 1966, la policía confiscó ejemplares del libro en las ya míticas librerías City Lights Books y Psychedelic Books. Lenore fue denunciada por “hard-core pornography” o pornografía dura, convirtiendo así el libro en una fuente inacabable de polémicas. Con todo, se trataba quizás de la primera obra de la Generación Beat en la que las mujeres (hasta entonces visualizadas como “esposas” y representantes de la falta de libertad y conformidad) pasaron a convertirse de objetos a sujetos.
Aunque Lenore nació en Nueva York, su familia se vio forzada a mudarse a Los Angeles cuando el padre, el novelista Abden Kandel, consiguió un contrato cinematográfico para su novela, City in Conquest. A la temprana edad de doce años, Lenore decidió convertirse al budismo y comenzó a escribir. Durante los quince años siguientes la poeta leyó todo lo que pudo, en especial todo lo relativo a las diferentes religiones. En 1959, a la edad de 27 años, comenzó a practicar zazen en Nueva York y vio publicadas tres colecciones cortas de su poesía. En 1960 se dirigió a San Francisco con la intención de quedarse un fin de semana pero acabó quedándose. En esta ciudad conoció a los poetas beat y formó parte de los Diggers, un movimiento contracultural anarquista en el cual conoció a Diane di Prima, otra poeta beat. Además, participó en el Verano del Amor, siendo la única mujer que compartió escenario con Gary Snider, Neal Cassady y Allen Ginsberg.
Lo que en un principio iba a ser tan sólo un fin de semana de vacaciones en San Francisco acabó convirtiéndose en una estancia prolongada a través de la cual conoció a Jack Kerouac, Lawrence Ferlinghetti y Lew Welch, entre otros. De ellos dice “Conocí a los hombres beat mucho mejor ‘que las mujeres’, era más amiga suya. Se tomaban mi poesía en serio”. Jack Kerouac, por ejemplo, admiraba de ella su intelecto, lo cual plasmó en su novela Big Sur. En ella, la describe como “un enorme monstruo rumano belleza de algún tipo me refiero con grandes ojos lilas y muy alta y grande (pero grande tipo Mae West)... pero también inteligente, con muchas lecturas a sus espaldas, que escribe poesía, estudia zen, lo sabe todo...”. No obstante, su gran estatura no era un impedimento para que Lenore rezumara feminidad. Carolyn Cassady, en sus memorias autobiográficas Off the Road, la describe como una “Diosa de la Fertilidad”.

Poema para tiranos
los seres que sienten son incontables
—prometo iluminarlos a todos
Primer voto del budismo
parece que debo amarte incluso a ti
más fácil amar las cosas bonitas
los niños                  las campanillas
más fácil                  (al aumentar la compasión)
amar al desconocido
fácil incluso darse cuenta (con compasión)
del dolor y del terror implícito en aquellos
que tratan el mundo alrededor
con tanta brutalidad           tanto odio
pero oh yo no soy cristo
bendiciendo a mis verdugos
no soy buda         no soy santa
tampoco poseo esa fuerza incandescente
de la fe iluminada
pero       así y todo
eres un ser que siente
respirando este aire
al igual que yo soy un ser que siente
buscando mi iluminación
debo buscar la tuya
si tuviera el amor suficiente
si tuviera la fe suficiente
podría quizá entonces trascender tu camino
y alterar incluso eso
perdóname entonces —
no puedo amarte todavía
Eros/Poema
¡Alabado sea el joven Eros que folla con todas las chicas!
Sólo los dioses aman con tanta generosidad
compartiendo su beatitud con todos
¡Alabado sea Eros! Aquel que ama tan sólo la belleza
y la encuentra por doquier
Eros te he conocido y a tus diosas pasajeras
envueltas en un halo de amorlujuria tan real como una flor cualquiera
que florece un día y se pierde luego con el viento
he visto cómo titilaban tus ojos de placer
cuando alababas la belleza de la dulce Psique con tu lengua enamorada
para verlos brillar luego con la misma profunda dicha
mientras otras mujeres tiernas yacían entre tus manos
¡Alabado sea Eros! Aquel que es incapaz de acumular amor
pero lo gasta como el agua en un tamiz dorado
compartiendo su propia gracia lasciva
con todos aquellos que le permiten la entrada
infieles como flores, veleidosos como la mariposa que soporta el viento
¡Alabado sea Eros, hijo de los dioses!
aquel que ama tan sólo la belleza             y la encuentra
por doquier

Pia Tafdrup



 Nació en Copenhague, Dinamarca, en 1952. Ha publicado once libros de poesía:When an Angel Breaks her Silence (Cuando un ángel rompe su silencio), 1981; No Hold (No agarrar), 1982; The Innermost Zone (La zona más íntima), 1983; Spring Tide (Marea viva),1985; White Fever (Fiebre blanca), 1986; The Bridge of Moments (El puente de momentos),1988; The Cristal Forest (El bosque de cristal), 1992; Territorial Song, Jerusalem Cycle (Un ciclo de Jerusalén), 1994; Queen’s Gate (La puerta de la reina), 1998; Thousand Born (Mil nacido),1999 y The Whales in Paris (Las ballenas en París), 2002. En 1989 fue elegida miembro de la Academia Literaria de Dinamarca. Sus poemas han aparecido en cerca de cuarenta publicaciones literarias del Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Australia y han sido traducidos a diversos idiomas. Recibió el Premio de Literatura del Consejo Nórdico, el más prestigioso premio literario de Escandinavia, por el libro Queen’s Gate.

  
 Caravana
                         A mi hermana

Campos de hielo, bosques de nieve
helada ardiendo bajo la piel
No hay senderos que seguir
sólo llanuras que cruzamos solitarios
y distantes uno detrás del otro
Apenas si levantamos los pies
es la tierra la que nos transporta
Vivimos —
lo que significa:
Luchar contra la muerte
en todas sus formas
Todo lo que decimos será usado en nuestra contra
pero lo mismo pasa con lo que no decimos
Campos de hielo, bosques de nieve
un cielo que oscuro se adensa
como un muro de lamentos
Cielo de nieve, un cementerio judío
piedras blancas por kilómetros
en los pinares de las afueras de Kiev
Por cada copo que contemplo
sueño que lentamente estoy aquí:
alma en la sangre en la nieve en el mundo
Adentro
arder sin escrúpulos
y así, en lo blanco, desaparecer.

La mano de mi madre

Me baño en la quieta luz de una gota
y recuerdo cómo llegué a ser:
Un lapicero puesto en la mano,
la fresca mano de mi madre sobre la mía, cálida.
— Y así nos pusimos a escribir
entrando y saliendo de corales,
un alfabeto submarino de arcos y puntas,
de caracoles espirales, de estrellas marinas,
de blandientes tentáculos de pulpos,
de grutas y formaciones rocosas.
Letras que con sus cilios se abrían paso
vertiginosamente entre lo blanco.
Palabras como lenguados aleteando
y enterrándose en la arena
o anémonas oscilantes con sus cientos de hilos
en un quieto y único movimiento.
Frases como cardúmenes
que se hicieron de aletas y ascendían
y también de alas que en compás se agitaban,
palpitando como mi sangre que a tientas
golpeaba estrellas contra el cielo nocturno del corazón;
fue cuando vi que su mano había soltado la mía,
que yo hacía mucho, escribiendo, me había desasido de ella.

Traducción:     Renato Sandoval y Thomas Boberg

KRYSTYNA RODOWSKA, poeta polaca


KRYSTYNA RODOWSKA

Poeta polaca y traductora de literatura hispanoamericana y francesa, ejerce también crítica literaria y periodismo cultural. Es autora de seis libros de poemas. Sus poemas han sido traducidos al francés, español, checo, sueco, lituano, rumano y eslovaco. Con motivo de la publicación de los poemas escogidos de Octavio Paz Wciąż te same widzenia (Siempre las mismas vistas) en 1991 recibió el premio de la revista Literatura en el Mundo por la totalidad de sus traducciones de la poesía latinoamericana, entre cuyos autores ha traducido a Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Jaime Sabines, José Emilio Pacheco y otros. Ha publicado también traducciones de poetas contemporáneos polacos y ensayos sobre la poesía polaca en México y en España. En 2005 recibió el Gran Premio de la ZAIKS (Sociedad de Autores y Compositores Polacos) por la totalidad de su obra de traducción.

Exilio


(fragmento del poemario autobiográfico El gran viaje)


La ciudad donde nací
ya no existe
pero seguirás encontrándola
en el mapa de Europa del Este

Exiliada de la realidad
de varios siglos de su historia
no es más que un montón de muros
y fachadas sin alma

Sus actuales habitantes no están conscientes
de la carga de nostalgias que miran sus ojos
sin admiración sin horror
Para ellos la ciudad no hizo
sino cambiar de piel

Sus leones míticos ya no protegen la memoria
de tantos pueblos e idiomas
Aún les sangra la espalda
bajo el látigo del Domador

La casa de la que me arrancaron
aún sobrevive —según me cuentan

visitada por sus fieles muertos


*
Largos años recordaba
el olor de aquella calle
que hasta hoy sigue guardando
en su cofre de piedra tapado con la bóveda
del mismísimo cielo
cuatro embarazos de mi abuela materna,
sus llantos al oído del confesor,
sus anillos de oro su mano de hierro
conocida bien por los domésticos y los hijos,
visitas de las cuñadas solteronas que llegaban de Viena,
postales amarillentas del frente de la guerra
inconsciente de su vocación de la primera,
rondas de mi futuro padre un pobre estudiante
de medicina alrededor del “castillo fuerte”:
de gente acomodada donde una doncella
nostálgica lo seguía de ojos
desde su ventanilla



(una versión más de la historia de Romeo y Julieta)

LA LENGUA NO ES DE TRAPO


ERRORES EN EL USO DE LA COMA ,


Juan Mendieta

El signo ortográfico conocido con el nombre de coma, esa virgulilla que se escribe sobre la línea del renglón y se extiende dando una graciosa curva apenas por debajo de éste, sirve para indicar la división de las frases o miembros más cortos de la oración o del período.
Por regla general se dice que representa gráficamente las pausas que hacemos al hablar, pero hay que tener mucho cuidado con su uso pues un empleo imprudente de ese signo puede llevar a confusiones indeseadas o puede también dificultar la cabal comprensión del mensaje.
En primer lugar, no se debe escribir coma entre sujeto y verbo: "Una fuente de Jefatura, dijo a El Observador que el banco había presentado cuatro denuncias". Esa coma entre 'Jefatura' y 'dijo' no se justifica y está de más.
Sí corresponde encerrar entre comas un inciso explicativo o aclaratorio en el sujeto: "El ministro de Defensa, Luis Rosadilla, subrayó la importancia del emprendimiento". Pero ojo con lo siguiente: "El senador blanco, Eber da Rosa, se mostró partidario del proyecto". Escrito así, se entiende que da Rosa es el único senador del Partido Nacional, lo cual no es cierto; se debe escribir "El senador blanco Eber da Rosa se mostró partidario...", sin coma alguna. Puedo sí escribir "Eber da Rosa, senador del Partido Nacional, se mostró partidario del proyecto", porque estamos aclarando qué cargo ocupa da Rosa. También es correcto "El senador del Nuevo Espacio, Rafael Michelini, instó a hallar un camino de entendimiento" porque el N. Espacio tiene un solo senador que no es otro que el hijo de Zelmar.
El vocativo debe siempre escribirse entre comas: "Le ruego, amigo mío, que acepte mis excusas". Asimismo, pondremos una coma luego de una oración subordinada si ésta precede a la principal: "Si nos apuramos, llegaremos a tiempo"; "Cuando salgas, dejá la puerta cerrada". Pero no corresponde coma si la subordinada va al final: "Habrá fútbol si no llueve"; "Eso lo comprenderás cuando seas grande".
Yo ya soy grande y no comprendo qué espera para mandar la vuelta.
¡Qué lo parió!