sábado, 21 de mayo de 2011

ÍNDICE GENERAL DEL 20/mayo/2011


CONSEJO de COLABORADORES de

ARTESANÍAS LITERARIAS
                               
                  
EDITOR: Andrés Aldao
           
SEC. DE REDACCIÓN: Ester Mann
                  
COLABORADORES:

Carlos Arturo Trinelli
                                                         
Amelia Arellano
                                                          
Celmiro Koryto
                                                          
Cristina Pailos

Marita Ragozza de Mandrini

Ernesto Ramírez

Ofelia Funes

           
ÍNDICE GENERAL DEL 20/mayo/2011

·                
·                
·               TEXTOS – ENSAYOS – CINE - CRÍTICA
·                
·               EL ASUNTO FANTE
·               CAMILA FLYNN: CLARICE LISPECTOR
·               Antonio Pippo: TIEMPOS MODERNOS |
·               CRISTINA PAILOS : CIUDADES INVENTADAS 
·               CAFÉS EN LA CORRIENTES ANGOSTA
·               EL RESPLANDOR DE LA MEMORIA
·               CINE MUDO SE REIVINDICA EN CANNES
·               CINE: y los sueños, vida son - Woody Allen
·               CINE - ENTREVISTA: Montxo Armendáriz
·               CINE: La contracultura del cuerpo
·               GREGORIO BELINCHÓN | Cannes
·               Günter Grass -
·               ANTONIO DI BENEDETTO
·                
·               NARRATIVA
·                
·               MARCELO DUGHETTI El escapulario del demonio
·               Sensini, cuento largo de Roberto Bolaño
·               CARLOS ARTURO TRINELLI- Sin Competencia
·               ESTER MANN - Un Solterón
·               WILLIAM SOMERSET MAUGHAM
·               EDUARDO BERTI
·               AMY HEMPEL
·               ALEJO URDANETA - Deus Ex Machina
·               ISABEL ALI - Golpe A Golpe
·               ALEJANDRO BOVINO MACIEL
·               DIEGO TATIÁN
·               ANA MARÍA MATUTE - Los chicos
·                
·               POEMAS
·                
·               CELMIRO KORYTO - "En femenino"
·               AMELIA ARELLANO
·               MARTHA GOLDÍN
·               Silvia Spitalnik - Asignatura pendiente
·               SILSH - UNA MAÑANA
·               E.E. CUMMINGS - Poeta
·               ADRIÁN CAMPILLAY. POETA
·               SERGIO ESTEBAN VÉLEZ - poeta colombiano
·               MARTA PIMENTEL ÁLVAREZ - POETA
·               GRACIELA URCULLU
·               Dolors Alberola - poeta
·               DELFINA ACOSTA / poema
·             CARMEN PASSANO



25 de mayo de 1810

Osvaldo Soriano SIN PARAGUAS NI ESCARAPELAS

El 24 de mayo por la noche, el coronel Saavedra y el doctor Castelli atraviesan la Plaza de la Victoria bajo la lluvia, cubiertos con capotes militares. Van a jugarse el destino de medio continente después de tres siglos de dominación española. Uno quiere la independencia, el otro la revolución, pero ninguna de las dos palabras será pronunciada esa noche.
Luego de seis días de negociación van a exigir la renuncia del español Cisneros. Hasta entonces Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, ha sido cauto: "Dejen que las brevas maduren y luego las comeremos", aconsejaba a los más exaltados jacobinos.
Desde el 18, Belgrano y Castelli, que son primos y a veces aman a las mismas mujeres, exigen la salida del virrey, pero no hay caso: Cisneros se inclina, cuanto más, a presidir una junta en la que haya representantes del rey Fernando  y algunos americanos que acepten perpetuar el orden colonial.
Los orilleros andan armados y Domingo French, teniente coronel del estrepitoso regimiento de la Estrella, está por sublevarse. Saavedra, luego de mil cabildeos, se pliega: "Señores, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder ni una hora", les dice a los jacobinos reunidos en casa de Rodríguez Peña. De allí en más los acontecimientos se precipitan y el destino se juega bajo una llovizna en la que no hubo paraguas ni amables ciudadanos que repartieran escarapelas.
La gente anda con el cuchillo al cinto, cargando trabucos, mientras Domingo French y Antonio Beruti aumentan la presión con campanas y trompetas que llaman a los vecinos de las orillas. Esa noche nadie duerme en Buenos Aires.
A Castelli se le sube la sangre a la cabeza y se insolenta: "Tómelo como quiera", se dice que le contesta. Cuatro días antes ha ido con el coronel Martín Rodríguez a entrevistarse con Cisneros que era sordo como una tapia. " ¡ No sea atrevido ! " le dice Cisneros al verlo gritar.

Al ver que Castelli llega con las armas de Saavedra, los burócratas del Cabildo comprenden que deben destituir a Cisneros, pero dudan de su propio poder. Juan José Paso y el licenciado Manuel Belgrano esperan afuera, recorriendo pasillos, escuchando las campanadas y los gritos de la gente. Saavedra sale y les pide paciencia. El coronel es alto, flaco, parco y medido. El rubio Belgrano, como su primo, es amable pero se exalta con facilidad. Paso es hombre de callar pero luego tendrá un gesto de valentía. Entrada la noche, cuando French y Beruti han agitado toda la aldea y repartido algunos sablazos a los disconformes, Belgrano y Saavedra abren las puertas de la sala capitular para que entren los gritos de la multitud. No hay más nada que decir: Cisneros se va o lo cuelgan.
Entre tanto French, que teme una provocación, impide el paso a la gente sospechosa de simpatías realistas.  Al amanecer, Beruti, por orden de French, derriba la puerta de una tienda de la recova y se lleva el paño para hacer cintas que distingan a los leales de los otros. Alguien toma nota y nace la leyenda de la escarapela en el pecho
Escribe el catalán Domingo Matheu: "Saavedra y Azcuénaga son la reserva reflexiva de las ideas y las instituciones que se habían formado para marchar con pulso en las transformaciones de la autognosia  popular; Belgrano, Castelli y Paso eran monarquistas, pero querían otro gobierno que el español; Larrea no dejaba de ser comerciante y difería en que no se desprendía en todo evento de su origen (español); demócratas: Alberti, Matheu y Moreno.
Los de labor incesante y práctica eran Castelli y Matheu, aquél impulsando y marchando a todas partes y el último preparando y acopiando a toda costa vituallas y elementos bélicos para las empresas por tierra y agua.
Alberti era el consejo sereno y abnegado y Moreno el verbo irritante de la escuela, sin contemplación a cosas viejas ni consideración a máscaras de hierro; de aquí arranca la antipatía originaria en la marcha de la Junta entre Saavedra y él."

El delirio y la compasión

La mañana del 25, cuando muchos se han ido a dormir y otros llegan a ver "de qué se trata", el abogado Juan José Castelli sale al balcón del Cabildo y, con el énfasis de un Saint Just, anuncia la hora de la libertad. La historiografía oficial no le hará un buen lugar en el rincón de los recuerdos. El discurso de Castelli es el de alguien que arroja los dados de la Historia.
Aquellas jornadas debían ser un simple golpe de mano, pero la fuerza de esos hombres provoca una voltereta que sacudirá a todo el continente.
Castelli parte a Córdoba y el Alto Perú como comisario politico de Moreno, que no confiaba en los militares formados en la Reconquista. Es él quien cumple las "instrucciones" y ejecuta a Liniers primero y al temible mariscal Vicente Nieto más tarde. Belgrano, el otro brazo armado de los jacobinos, va a tomar el Paraguay; no hay en él la cólera terrible de su primo, sino una piedad cristiana y otoñal que lo engrandece: en el Norte captura a un ejército entero y lo deja partir bajo juramento de no volver a tomar las armas. Manda a sus gauchos desharrapados con un rigor insostenible y no mata por escarmiento sino por extrema necesidad. Sufre sífilis, cirrosis y tiene várices, pero conserva la fe cristiana y el sentido del humor. Las victorias de Castelli en Suipacha y la suya en Tucumán afirman la posición de Moreno en la Junta, pero las catástrofes de fines de año aceleran su caída.
Frente a frente, uno de levita y otro de uniforme, Moreno de Chuquisaca y Saavedra de Potosí, se odian pero no se desprecian "Impío, malvado, maquiavélico", llama el coronel al secretario de la Junta; y cuando se refiere a uno de sus amigos, dice: "El alma de Monteagudo, tan negra como la madre que lo parió.
Para entonces, los premios y castigos de la historia oficial ya estaban otorgados y Moreno pasaba por un periodista y educador romántico influido por las mejores ideas de la Revolución Francesa. Pero es la aplicación de ese método sangriento lo que garantiza el triunfo de la Revolución. Hasta la llegada de San Martín la formación de los ejércitos se hizo a punta de bayoneta

El coronel manda parar

A principios de diciembre dos circunstancias banales sirven de pretexto a la ruptura entre Moreno y Saavedra que será nefasta para la Revolución. En la plaza de toros de Retiro el presidente hace colocar sillas adornadas con cojinillos para él y su esposa. Cuando las ve, Matheu hace un escándalo y argumenta que ningún vocal merece distinción especial.
Pocos días más tarde, el 6, el regimiento de Patricios da una fiesta a la que asisten Saavedra y su mujer. En un momento un oficial levanta una corona de azúcar y la obsequia a la esposa que la entrega al Presidente, Moreno se entera y esa misma noche escribe un decreto de supresión de honores. Saavedra se humilla y lo firma, pero el rencor lo carcome para siempre.
Moreno renuncia y el 24 de enero de 1811 se embarca para Londres. "Me voy, pero la cola que dejo será larga", les dice a sus amigos que claman venganza. También pronuncia un mal augurio: "No sé qué cosa funesta se me anuncia en mi viaje". En alta mar se enferma y nada podrá convencer a Castelli y Monteagudo de que no lo asesinaron. "Su último accidente fue precipitado por la administración de un emético que el capitán de la embarcación le suministró imprudentemente y sin nuestro conocimiento", cuenta su hermano Manuel, que agrega en la relación de los hechos el célebre "¡Viva mi patria aunque yo perezca!"
Saavedra ha liquidado a su adversario, pero la Revolución está en peligro.  El 5 y 6 de abril el coronel Martín Rodríguez,con los alcaldes de los barrios, junta a los gauchos en Plaza Miserere y los lleva hasta el Cabildo para manifestar contra los morenistas. Saavedra, que jura no haber impulsado el golpe, aprovecha para sacarse de encima al mismo tiempo a jacobinos y comerciantes corruptos.
Renuncian Larrea, Azcuénaga, Rodríguez Peña y Vieytes. Los peligrosos French, Beruti y Posadas son confinados en Patagones. Belgrano y Castelli pasan a juicio por desobediencia y van presos.
Pero Saavedra sólo dura cuatro meses al frente del gobierno. Ha acercado a Rivadavia al poder, pero el brillante abogado y los porteños se ensañan con éI y lo persiguen durante cuatro años por campos y aldeas; se ensañan también con Castelli, que muere deslenguado durante el juicio; con el propio San Martín que combate en Chile; con Belgrano que muere en la pobreza y el olvido gritando el plausible "¡ Ay patria mía! "
Pese a todo, la idea de independencia queda en pie levantada por San Martín, que se ha llevado como asistente a Monteagudo, "el del alma más negra que la madre que lo parió". Los ramalazos de la discordia duran intactos medio siglo y se prolongan hasta hoy en los entresijos de una historia no resuelta.

Nota aparecida en Página/3, revista Aniversario de Página/12, junio de 1990.

Viva la Revolución!
1810 - 25 de Mayo - 1996
Sin paraguas ni escarapelas.
Sin tranquilidad, pero sin multitudes
Militares, patriotas, jacobinos, revolucionarios, comerciantes
oportunistas y algún otro,
coinciden en los históricos días de Mayo de 1810
en tomar el destino en sus manos.
De esta original unidad y de los posteriores encontronazos entre
ciudadanos con intereses dispares
nació una Nación,
la que a 186 años de distancia,
con más milicos y oportunistas que revolucionarios,
aún sigue sin resolver su destino.
Las páginas que siguen van
por detrás de la Historia
que nos cuentan en la escuela.
Es la historia de los hombres
que hicieron la Historia,
los que se bajan del mármol para,
por un rato,
jugar al ajedrez con Monteagudo,
o mandarlo a cagar
al virrey Cisneros.
Osvaldo Soriano - ( Fragmento )
Página 12. Junio de 1990

Enviado por Marita Ragozza de Mandrini

Niebla del Riachuelo, Roberto.Goyeneche. un clásico del tango, poesía y música del Río de la Plata

EL ASUNTO FANTE



por Alberto Vázquez

Yo quería llamar a este artículo "El asunto Fante o cómo un mediocre y un perdedor alcanzaron la gloria de la literatura norteamericana", pero me dice mi editor que es demasiado largo, así que quédese en este sucinto, a la par que enigmático, "Asunto Fante".
Al grano. John Fante fue, por decirlo de alguna manera, el precursor de ese género literario que se ha dado en denominar el realismo sucio. Realmente, no sabemos hasta qué punto podría ser considerado precursor si no fuera porque Charles Bukowski se ocupó durante toda su vida y con ahínco, de recordarnos lo importante que para él fue la obra de Fante. Y Bukowski, éste sí y con todas las garantías, puede ser llamado el padre del realismo sucio y, además, su versión más descarnada y salvaje. Después vendrían hijos como Raymond Carver y Richard Ford, y nietos, una miríada de nietos, capitaneados por los notables David Foster Wallace y Lorrie Moore. Por no hablar de las legiones de escritores más o menos hechos que tratan, en la mayor parte de los casos infructuosamente, de emularles, de emular, en realidad, el mito que les trasciende.
 
¿Cómo consiguieron un escritor mediocre y carente de recursos y otro alcohólico y perdedor nato llegar hasta lo más alto de las cimas literarias y convertirse, de paso, en referentes para la narrativa norteamericana del siglo XX?


Fante y Bukowski, al contrario de lo que habitualmente se cree, fueron contemporáneos. El segundo es, tan sólo, once años más joven que el primero. Pero la leyenda, el mito que en torno a todos los realistas sucios existe, ha hecho que, váyase a saber por qué, se piense que Fante es, de una forma imprecisa e indeterminada, mucho mayor que el viejo indecente.
Pero no, ambos vivieron el mismo tiempo aunque, si bien existen circunstancias que los igualan, más son las diferencias que los alejan. Bukowski y Fante provienen de la inmigración europea. Son extraños en la tierra prometida y tratan de abrirse paso comenzado desde abajo. Eso es lo que básicamente nos cuentan en sus libros: experiencias y vivencias de los que, de antemano, lo tienen todo perdido. Pero poco más. A partir de ahí, sus vidas no tienen nada que ver. Bukowski, perdedor de raza, da tumbos por la vida y la sobrelleva de mala manera gracias al alcohol mientras trata, con una firmeza envidiable, de convertirse en un escritor de verdad. Por ello, y a pesar de lo hostil del medio, se empecina en escribir contra viento y marea. No deja de ser un pobre desgraciado al que la vida le arrolla sin remisión hasta el día, bien entrado en años, en el que alcanza el éxito como escritor.
Ese mismo día, precisamente, es el momento en el arranca el asunto Fante que hasta aquí nos trae. Bukowski, en cuanto tiene ocasión, rinde pleitesía a Fante y se declara deudor de su obra. Algunos de los que le escuchan, se maravillan por su facilidad para inventarse nombres geniales: John Fante. Pero no, Bukowski insiste: ese nombre no es producto de un delirio alcohólico, sino que pertenece a un ser real, un escritor italoamericano publicado hace años en Estados Unidos y, como no puede ser de otra forma, casi desconocido no sólo por el gran público, sino también por los expertos.
Ese fue el golpe de suerte de Fante y la única razón por la que ahora se reeditan sus libros y nosotros hablamos sobre él. Porque el viejo, al final, lo consiguió y quiso llevarse a alguno más con él. Y de toda esa podrida sociedad a la que despreciaba profundamente y que aparece retratada con maestría en cada uno de sus relatos, eligió a un tipo acomodado que vivía en una estupenda casa de Malibu pero que, desde el mismo día de su nacimiento, había pertenecido al mismo ecosistema bukowskiano: heridas, resentimiento, alcohol y apuestas. Tómense una copa a su salud.
________________
[ La editorial Anagrama acaba de publicar las dos primeras novelas de John Fante: Espera a la primavera, Bandini yPregúntale al polvo, ambas traducidas por Antonio-Prometeo Moya ]
Bibliografía de John Fante:
  • Wait Until Spring, Bandini (1938)
  • Ask the Dust (1939)
  • Dago Red (1940) (reeditada en 1985 como The Wine of Youth)
  • Full of Life (1952)
  • The Brotherhood of the Grape (1977)
  • Dreams From Bunker Hill (1982)
  • 1933 Was a Bad Year (1985)
  • The Road to Los Angeles (1985)
  • West of Rome (1986)

Carlos Benítez Villodres sobre Manuel Benítez Carrasco, poeta

Manuel Benítez Carrasco



Carlos Benítez Villodres- Málaga (España)


En esta época del siglo XXI en la que vivimos, la inmensa mayoría de la Humanidad se halla inquieta, atribulada, por determinados acontecimientos actuales, que le afectan directa o indirectamente. Ante ellos, la impotencia y la desconfianza y la inseguridad arraigan férreamente en la vida del ser humano. Muchos políticos y poetas distancian aún más sus respectivas órbitas, por lo que la política y la poesía dejaron de hablar el mismo idioma. “Si hubiera más políticos que supieran poesía, refiere John F. Kennedy, y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor para vivir en él”. Al recordar estas palabras del político estadounidense, evoco también, junto a ellas, aquellas otras del poeta granadino Manuel Benítez Carrasco: “Mientras los políticos no se identifiquen con los poetas y éstos con los que ejercen democráticamente la política, los pueblos del mundo sufrirán,   en casi la totalidad de sus células, los efectos del desamor y de las injusticias, de las falsedades y de la insolidaridad…”. 
Para ir a la cuna / una lágrima y un / biberón de luna. // Para ir a la infancia / una canción de abril / y una flor de acacia. // Para andar por la vida / un sol en la cartera / con cuatro lagrimitas. // Para ir a la muerte / una alforja de barro. / Suficiente. Así se marchó, sólo “con una alforja de barro”, el insigne poeta granadino Manuel Benítez Carrasco. Pero Manolo, aunque se marchara, continúa viviendo. Ahí está su obra, sus versos..., cada día más luminosos, más presentes, más amados. Porque el poeta nunca jamás se marcha definitivamente, sino “a dormir un rato”. Quiero dormir un rato, / un rato, un minuto, un siglo; / pero que todos sepan que no he muerto.   Federico García Lorca nos manifiesta en estos tres versos que el poeta no muere, que el poeta duerme, que el poeta vive eternamente, aunque su cuerpo penetre en el reino de la Nada. A ese imperio de las sombras y del silencio absoluto con olor a tierra y a raíces, que tiene un lugar en Granada, llegó el 26 de noviembre de 1999, a los 77 años, el eximio poeta Manuel Benítez Carrasco. En su Granada querida, en su Granada sumamente ensalzada en sus versos, en su Granada a la que siempre llevó en su corazón y en su mente..., duerme, descansa Manolo. Dejo mi bien ganada, aunque pequeña, / riqueza de tristezas / a quien sepa gastarlas, compartirlas, / como yo acostumbraba, / con las tardes, las lluvias, / las acequias, los ríos / y otros amigos de apacible vida. // Dejo mi todavía / abundante riqueza de alegrías / a quien sepa gastarlas, / pero sin grandes pretensiones; / sencilla y llanamente / que es como a mí me dieron resultado. // Y las serenas singladuras / que aún me quedan pendientes / las dejo al sueño de un poeta. // Ojalá que, en su día / él redacte también / un testamento parecido al mío.  (Fragmento del poema “Testamento” de Manuel Benítez Carrasco). 
¡Con lo que le gustaba a Manolo estar rodeado de gente! Seguramente desde el más allá el poeta ya ha escrito un nuevo poema para contar en el otro mundo, de cómo le siguen amando y le siguen visitando en este planeta, donde el ser humano se encuentra con la vida al adquirir la conciencia adulta. Lo que sí puedo afirmar es que Manolo sigue vivo ya que fue el mismo quien inmortalizó con su pluma su presencia en este mundo. A nuestro querido e inolvidable poeta albaicinero podemos recitarle aquellos versos de Neruda: He vivido tanto que un día tendrán que olvidarme por fuerza / borrándome de la pizarra, mi corazón fue interminable / pero porque pido silencio no crean que voy a morirme / me pasa todo lo contrario, / sucede que voy a vivirme.  Sí, Manuel Benítez Carrasco sigue vivo en sus versos, en la memoria y en el corazón de quienes lo conocimos, y siempre, mientras vivamos, lo querremos, aunque no lo veamos, ni podamos conversar y reírnos con él. Hagamos nuestras aquellas hermosísimas palabras de San Agustín: “Señor, no te pregunto por qué te lo has llevado, sino que te doy las gracias porque me lo diste”. Sí, Manuel Benítez Carrasco fue, es un regalo que Dios hizo no sólo a Granada, a Andalucía, a España..., sino a toda la Humanidad en sus generaciones presentes y venideras. Como esta tarde, quisiera / que el final de mis latidos / final de tarde tuviera. // Marcharme así, sin premura, / lentamente; / dejarme ir a las sombras, / buenamente. // Con manos de mansedumbre, / ir apagando las cosas, / irme quedando sin lumbre. // Y en plena paz, sin alarde, / cerrar los ojos cansados / y morir como la tarde. (Poema “Deseo” de Manuel Benítez Carrasco).
Antes de finalizar es mi deseo dejar aquí grabado un poema de Manolo titulado “La gran faena”, que un buen amigo mío de Ronda, José Luis Jiménez Sánchez, lo atesora con sumo cariño por ser de Benítez Carrasco, con quien mantuvo una gran amistad, y por tenerlo escrito de su puño y letra:

¡Quién había de decir / que el toreo empezaría / en el ruedo de aserrín / de aquella carpintería! // En el ruedo nazareno / con albero de madera, / el torerillo divino / ensayaba su faena. // Y hacía en pequeña escala, / de los mandiles, capotes, / de las virutas, muletas, / de las puntillas, estoques.// La Virgen, espectadora, / tenía, sin darse cuenta, / en sus manos un nevado / pañuelo de Presidenta. // Y la Virgen no sabía, / mejor que no lo supiera, / que su hijo moriría / en un ruedo de madera. // Moriría para darnos / una barrera de sol / en la plaza venturosa / de nuestra resurrección. // Que no en vano, entre tinieblas, / mató a volapié de luz, / a la muerte, aquel torero / en el ruedo de una cruz. (“En Torremolinos, a mis compadres Haydée y Joaquín, ante el tendido de espuma del mar malagueño, cariñosamente Manuel Benítez -firma y rúbrica-, 1 Septiembre 1994”).


CAMILA FLYNN: CLARICE LISPECTOR




Camila Flynn nació prematuramente el 11 de Abril de 1981. Estudia letras y no toca el piano. En Noviembre del 2004 descubrió las canciones de Charly García. De nacer hombre le hubiese gustado llamarse Ariel.

Clarice  Lispector, La araña

“Las margaritas doradas y plateadas quemaron todo el jardín.” Marosa Di Giorgio

Tiempo atrás, charlando con mi hermana y mi viejo sobre la vida en general, de pronto tuve la impresión de estar filtrándome por una grieta mental muy precaria, directamente orientada hacia el silencio. Hablábamos sobre la importancia relativa del conocimiento, los distintos tipos del saber, las maneras del prejuicio, los lenguajes, la infamia generalizada, la devastación del planeta. Él comentó que la semana anterior había leído en el diario un artículo sobre ecología global cuyo contenido, amén de mostrar una visión un tanto apocalíptica sobre el futuro de la humanidad, no dejaba de aportar datos fundados e inquietantes. Ayer busqué la nota en Internet. De acuerdo con las declaraciones del científico entrevistado, el planeta como sistema autorregulable habría de colapsar en menos de cincuenta años. Sus predicciones indican que para el 2050 el deshielo abrupto de los glaciares australes, sumado a un posterior derretimiento de los polos, provocará una subida alarmante del nivel de los mares, y muchas ciudades costeras tales como Londres o Bangladesh quedarán completamente sumergidas. Olas de migración masiva, agotamiento del agua potable, disminución del oxígeno, tristes guerras punitivas, supervivencias árticas. El arribo inminente de una nueva "época oscura". Automáticamente recordé una película hermosa y triste: "Los sueños de Akira Kurosawa". El sueño de los demonios con cuerno, hombres atrofiados por el abuso de químicas y de físicas, sus histéricas fantasías de poder. El sueño del soldado muerto, su perro enfermo y agresivo, la neblina del túnel que los traga. El sueño del artesano junto al arroyo; sano, viejo y feliz junto a la calma de un sonido -el más sueño de todos, lacteado y utópico. Dan ganas de no volverlo a ver, por lo lejano-. Y seguimos charlando. Dijimos algo acerca de las economías autosustentables, la ingenuidad alucinante y bestial de los chicos, la desgracia de los códigos, la bendición de los códigos, la inevitabilidad del bien común, el rechazo y los caprichos, el aislamiento, la marginalidad del que no transa porque no quiere o no puede, los nombres, la falta de nombres, los juicios que nos inducen a pensar que alguien merece ser llamado "pelotudo", o "genial", o "frágil" y así nos queda, el espanto de ver que nunca nadie entendió nada, la felicidad de estar perdido y no buscar reencontrarse, la magia de los árboles, la miseria material, la idiotez. Y de pronto la grieta me calló. Y no hablé más. Y me sentí ridícula. Las cosas finalmente nos conquistaron, pensé. No valió la poesía, no valió la ciencia, no valió el amor. El día en que se acabe la comida, vamos a salir como piaras a matarnos. La ruta que confirma toda regla, todo tiempo y todo espacio, seguí pensando –aunque no con estas palabras-, aquella vía férrea retomada a menudo por los relatos más ligeros y brutales (los más femeninos, también), en definitiva era real. No pudimos respetarla, no tuvimos cómo. Aunque quizás sí, quizás lo hicimos: fuimos fieles al instinto destructivo.
Y mi viejo nos contó: -Hace poco estaba sentado en casa, tomando unos mates, cuando de pronto noté que en la escalera del living una araña estaba entretejiendo su tela, que era un círculo perfecto. Me acerqué para verla trabajar de cerca y entonces la araña, chiquita en su lugar, se quedó quieta. Pude ver que los hilos eran muy finitos, muy finitos...y por momentos brillaban. Apenas respiré, la tela flotó hacia atrás con delicadeza y después volvió a su lugar, casi invisible. La araña retomó su trabajo. Y ahí de pronto empecé a sentirme un poco distante, un poco extraño. Esa araña estaba conectada con la última partícula del cosmos, estaba en el centro de los centros, con su tela y su cuerpo, y yo estaba en mi living, solo, pensando en algo que ya no recuerdo, alejado de todo, alejado de mí, sin entender nada.- Automáticamente pensé en Lispector y en su novela, La Araña, y en seguida sentí que entre la obra de un insecto y la obra de una persona dispuesta a llegar a lo más íntimo de su cordura, no podía haber tanta distancia. Porque una vez alcanzado ese punto, es como si se acabara la literatura y empezara una indiferencia, una pasión vaciada de argumento, humildad:
"Pasaba entonces los días en una extraña euforia, como el viento, alto, calmo y silencioso. Dios mío, ella no sabía qué pensaba, ella sólo tenía ardor, nada más, ni siquiera un motivo. Y él, él solo tenía rabia, nada más, ni siquiera un motivo. A pesar de todo Daniel pisaba sin fuerza, permitía que en ella viviera aquella desesperación desordenada y atenta, una aguda franqueza, la posibilidad de percibir por la nariz, de presentir adentro del silencio, de vivir profundamente sin ejecutar un movimiento. Sí, sí, de a poco, muy bajo, de su ignorancia iba naciendo la idea de que poseía una vida. Era una sensación sin pensamientos anteriores ni posteriores, súbita, completa y una, que no podría acrecentarse ni alterarse con la edad o con la sabiduría. No era como vivir, vivir y entonces saber que poseía una vida, pero era como mirar y ver de una sola vez." (1)
Las cosas son lo que son, hubiera querido decirles. Todo existe. Todo es. Por qué negar lo que vemos y oímos y sentimos cuando hay algo que naturalmentepasa, cuando hay algo que recibe un nombre. Gritar con tanta furia ante lo dadoes debilitante. Las cosas irrumpen, siempre. Y nacen y mueren y duran porque sí, porque ahí van. Las emociones internas, los tumultos exteriores, las caras de la gente, sus rostros, las declaraciones públicas, los sufragios universales, las fiestas amorosas, las extinciones de especie... Cosas que se hallan o están aquí y suceden, mas allá de cualquier bien y de cualquier mal. Formas puestas con intensidad en el medio familiar de un mundo completamente deforme. Disimular es absurdo, es caprichoso en un sentido muy poco tierno. Oculta, destruye lo que absuelve, olvida la realidad más cercana, el ritmo, sus pulsaciones. ¿Y si un día se nos ocurriese suspender todo juicio? ¿Salir a la calle a probar nuestra brillante falta de resistencia? ¿Qué pasaría si dejáramos que los bocinazos nos traspasaran la cabeza, y el smog nos contaminara el pecho, y la violencia nos perforara como una risa, y la gravedad de los gestos honestos equivaliera a nuestro juicio lo que un acto criminal? ¿Todo se volvería existencia, existencia pura y sin sentido, ajena a las imágenes, los nombres propios, las voces filosas, los calendarios? ¿Por fin habríamos dejado la contradicción en la carrera? ¿Caminantes absolutos? ¿Animales simples? ¿Plantas bajo el sol? Pero resulta que hablamos, producimos lenguaje, procreamos algo que no somos y sin embargo es nuestro. Llegamos a la tierra para intervenir su materia, objetarla, utilizarla hasta el fin. Así también amamos. No podemos renunciar a la circulación de los elementos, no podemos dejar de hacer el amor. Deseamos las líneas, perseguimos la sensualidad, gozamos inclusive en el dolor de sabernos solos y mortales y acabados. Y esto también es ritmo. Vida que simplemente es lo que es. Evidencia pura. Luego, el estado espiritual de la defensa se vuelve permanente. Y casi no hay ternura, casi no hay infancia. Por momentos, la prosa de Clarice Lispector recupera estos destellos, y los convierte en lujo:
"Como alguien cuyo cuerpo precisara de la sal como sustancia de esencia y entonces la comiera con placer sediento –ella había sentido un gusto simple y ávido en hacer un esfuerzo y decirse claramente: veo una silla, una polvera, unas tijeras abiertas, un cajón negro-...La gran naturaleza muerta en que vivía." (2)
El lujo de una vida que descubre objetos vivos, asesinados por el nombre. Orientados hacia un núcleo ingrávido y desprovisto de fondo, cada uno de estos párrafos equivale a una caída de tipo horizontal. Sus imágenes van y vienen, de izquierda a derecha, iluminando el interior de un cuerpo con lógica de diamante. La representación de lo alto abollándose en la representación de lo bajo, la dramatización de la suma interceptando la dramatización de la resta, la fantasía de un saber acoplándose a la fantasía de un oscurantismo, la invención de lo intangible disolviéndose en la invención de lo palpable. Un sutil y estúpido rebote contra todas las facetas:
"Pensaba sensaciones intraducibles distrayéndose secretamente como si canturrease, profundamente inconsciente y obstinada, ella pensaba un sólo trazo fugaz: para que las cosas nazcan necesitan tener vida, pues nacer es un movimiento –si dijeran que el movimiento es necesario solamente a la cosa que hace nacer y no a la nacida no es cierto porque aquello que hace nacer no puede hacer nacer algo fuera de su naturaleza y así siempre da nacimiento a una cosa de su propia especie y también con movimientos- de ese modo nacieron las piedras que no tienen fuerza propia pero que alguna vez fueron vivas porque si nó no habrían nacido y ahora ellas están muertas porque no tienen movimiento para hacer nacer otra piedra." (3)
Como en toda proyección verbal efectiva, acá vuelve a triunfar la cruzada y radiante destreza animal del discurso: la del envío engañoso del objeto. Las coordenadas inauditas de un destello breve pero real, atrapado entre hemisferios y elevado a otra potencia. Una gema brillante como cualquier otra, pero además –y esto es lo que resulta más atrapante en Lispector- bruta en el sentido más elemental del término, es decir, completamente rendida al medio:
"Un impulso cruel y vivo la empujaba hacia adelante y ella desearía morir para siempre si morir le diese un sólo instante de placer, tal la gravedad a que llegara su cuerpo. Ella entregaría su corazón para ser mordido, ella quería salir de los límites de su propia vida como suprema crueldad. Entonces caminó hacia afuera de la casa y caminó buscando, buscando con todo cuanto demás feroz poseía; procuraba una inspiración, las narices sensibles como las de un animal fino y asustado, pero todo a su alrededor era dulzura y dulzura, era algo que ella ya conocía, y ahora, dulzura era la ausencia de miedo y de peligro. Ella haría alguna cosa fuera de sus límites que jamás comprenderían -pero no tenía fuerzas, ah, no podía salir de lo que podía.-" (4)
Ella da un paso hacia el costado, un paso hacia atrás, un paso hacia dentro. Intuitivamente, sus palabras parecieran estar amortiguando el choque que a menudo más nos enajena: el del pensamiento sobre las circunstancias. Como si el plano de la intersección bueno-malo hubiera rotado hacia cualquiera de las dos facciones y el llanto (o la risa) que produce la caída ya no fueran necesarios; o como si en el devenir de los encuentros las epifanías perdieran su poder de seducción y el estado civil de la contradicción de pronto implosionara; o como si la fantasía de estar mas allá (o más acá) de cualquier orden o sistema ya no afectase un placer y las dialécticas entonces involucionaran hacia una suerte de estado vegetal fantástico, insensible a fuerza de existencia. Ni cielos ni tierras en el campo de la representación. Sólo una luz mansa y albina, rodando abochornada sobre el cemento del lenguaje.
"Algo curioso y frío le sucedía, alguna cosa que sonreía con desprecio, pero atenta a seguir hasta el final, casi haciéndola pensar en un impulso irónico y fútil: si eres como dices una criatura viva, muévete..." (5)
Pensadores, críticos y prologuistas pusieron a funcionar sus consistencias recurriendo al método siempre eficaz de la comparación. Hicieron sus listas. Colocaron la escritura y el pensamiento de Lispector bajo la égida metálica de individuos prominentes. Dijeron Kafka, Rimbaud, Heidegger, Fitzgerald, Cortázar, Pavese, Castaneda, Celan, Proust, Borges, Onetti, García Márquez, Bernanos, Nietzsche, etc. Le hicieron un engarce extraño. Y es verdad. Como todos ellos, Lispector ama profundamente el lenguaje. Pero es como si no lo usara. Limpia, cocina, teje, escribe. Limpia, cocina, teje, escribe. Su ritmo es doméstico.
Sin embargo, todo suma. A ojos del texto (que es lo mismo que decir a ojos de nadie), Proust vale lo que vale Kafka lo que vale Lispector lo que vale Borges lo que valgo yo, mi padre, una piedra o cualquier otro elemento.
Y este texto empezaba así: "Inicialmente paralizada por una concepción aguda, pero luego impulsada por una percepción aun más penetrante, Clarice Lispector logra recrear, una y otra vez, el movimiento felino que subyace a la mecánica de todo aparato, de toda simulación de síntesis. La precisión matemática con la que formula sus primeras ideas resulta al lector extrañamente oscura, bella en un sentido estricto. Sin embargo, dicha religiosidad intelectual apenas llega a proyectarse como la materia prima destinada a desaparecer en su funcionalidad. Su escritura es el producto móvil de una operación retráctil del pensamiento. Las palabras se le modifican, se le vuelven blancas, herbívoras, babosas. Elementos inestables que a nada tienden. Por medio de ellas, Lispector busca digerir la parte menos quieta de los espectros y sus cosas, la carga inestable que los mueve, la proyección que los vuelve ultra-objetos. La suya es una herramienta sin filo, una mentira translúcida. Entonces la existencia es la cosa, pareciera estar diciendo. O reflejando. O exhalando. La escritura es la cosa." Y ahora releo mi texto y descubro que no entiendo lo que escribí dos semanas atrás.
"La cucaracha con la materia blanca me miraba. No sé si me veía. No sé lo que ve una cucaracha. Pero ella y yo nos mirábamos y tampoco sé lo que una mujer ve. Pero si sus ojos no me veían su existencia me existía –en el mundo primario donde yo había entrado, los seres existen a los otros como formas de verse. Y en ese mundo que yo estaba conociendo, hay varias formas que significan ver: uno mira al otro sin verlo, uno posee al otro, uno come al otro, uno está solo en un rincón y el otro está allí también: todo eso significa ver. La cucaracha no me miraba con los ojos sino con el cuerpo. (...) Lo que yo veía era la vida mirándome. Cómo llamar de otro modo a aquello horrible y crudo, materia prima y plasma seco, que estaba allí, mientras yo retrocedía hacia dentro de mí en náusea seca, yo cayendo siglos y siglos en el lodo –era lodo y ni siquiera lodo ya seco sino lodo aún húmedo y aún vivo, era un lodo donde se movían con lentitud insoportable las raíces de mi identidad." (6)
Algo así como el cascarón duro de un instrumento primitivo, ritmo alrededor del ritmo, pasta luminosa al infinito, Lispector produce una escritura tan falsa y tan real como cualquier otra. Lo hace con una sensibilidad enorme, su pensamiento es impiadoso, mezcla de una intelección demasiado humana y una posición no erguida evidente, cercana a lo más básico del instinto. Creo que las mujeres reconciliadas con esta última circunstancia son las únicas capaces de enhebrar, con pulso clarividente, el cruce de lo frío y lo maleable. Y no sólo en el campo de lo literario. Que aún en los confines de la historia cultural y su imaginación “excéntrica” no se reconozca, supone un estado de cosas que no es casual. Pero esta clase de arte ha de sobrevivir sin culpa. Emite rayas útiles, brillantes, planas. Tramposas y asesinas, sí, pero un poco menos perversas que otras líneas.

Camila Flynn


NOTAS
1.                         Lispector, Clarice: La araña, Corregidor, Buenos Aires, 2005.
2.                         Op. Cit. Pág. 121
3.                         Op. Cit. pág. 71
4.                         Op. Cit. pág. 94
5.                         Op. Cit. pág. 69
6.                         Lispector, Clarice: La pasión según G. H., www.epdlp.com