sábado, 11 de agosto de 2012

Ernesto Ramírez


Aldao  (izq,) Ramírez (der.)

impurezas urbanas

IX

se excita el charco
la piel transparente se le deforma
se encrespa y muta
acribillada sin piedad 
por los mismos picotones
que aumentan su carne líquida,
crece el charco  
inexorable se extiende
cobra adultez y abarca más
más acera, más calle, más ciudad
alimentado a materia madre
se hace mar diagramado
humectada sabana donde cunde
presuroso y masificado
el hormiguero 
y sus frenéticas soledades mundanas,
es llanto el charco
rastrera lágrima gris
de ese cielo sin consuelo
ignorado por el trajín compulsivo
del rebaño urbano
que insaciable
e insensible 
        -todo ímpetu, todo codicia-
no tiene tiempo para disfrutar
siquiera
de una tarde de lluvia.


XI

hay tardes en la ciudad
que tardan demasiado en arrastrar el día
y el día henchido de tiempo pesa
su peso lastra la vida
arrinconándola por los bares
en alguna mesa apartada
donde se diluya algo
el vocingleo erudito del animal
-erectus depredador genuflexo-
que lo invade todo con su ser transgénico
sus alter egos tecnológicos
y las obcecadas urgencias dictadas por el ombligo,
de ese sujeto de verdades absolutas
feroz condenador 
sólo absolutorio de sí mismo.
entonces la tarde resuelve lavar el día
antes de hacerlo pretérito
quitarle las impurezas de ciudad adheridas a las horas
con el agua mansa de una llovizna
pronto la acera se cubre de murciélagos
sobrevolando las cabezas
y la noche se trepa a los cristales lacrimosos
mientras el alcohol amortigua el pecho
y el humo enturbia soledades
y los que nada tienen
con desazón observan
la estrepitosa absurda prisa
de aquellos
que todo lo quieren.


XIII

la lluvia ha cesado
replegó su artillería de agujas líquidas
y nuevamente en la avenida
sobre las aceras asaltadas de inquietud
ocupa su puesto de combate
una avanzada de gladiadores del infortunio
de manos cóncavas o pequeñas vasijas hambrientas,
junto a la iglesia uno sobresale
canijo joroba reluciente y pierna y media
hace cuestión en exhibir
la rótula trunca y la giba roma
su vasija está mojada aunque seca
su suerte de cuerpo libre, su alma presa
su descaro aumenta la prisa de los transeúntes
distraídamente les acelera
sólo uno que otro le observa
sólo uno de muchos deposita su placebo ambivalente,
desde lo alto el campanario vocifera otra hora
siglo tras siglo
su vos de bronce sostiene
la cruz sorda y vacía.


XV

al cruzar la calle
se me acercó
andaba como una modelo anoréxica
paso cambiado
y la alegría al ras de su abandono
marchita entre los muslos
y sus ojos
secos de hacerlo
pedían
y no entendía que secos
andamos en la ciudad de lo que le urgía
no fui la excepción
como el resto llevaba prisa
le ordené alejarse
aun así sentí que seguía mirándome
incluso después de la frenada
y el golpe seco
tan seco
como los pistones
que bombean tanta prisa.

3 comentarios:

  1. Cuatro historias de vida cotidiana poeticamente expresado y que refleja la percepción del escritor. Gracias por compartirlo.
    Saludos afectuosos.
    Leonor

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  2. Siempre estás allí, detrás de estos versos, de esta escritura tan especial, detectable, que lo dice todo, sin tapujos, como viene, bien de las entrañas, un gusto leerte. besos

    Lily

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  3. Mis respetos por estos versos. Menos mal que en esas ¨tardes en la ciudad que tardan demasiado en arrastrar el día¨ -como tan bien lo dice aquí-, uno siempre tiene la opción de artesanosliterarios para disfrutar de esas extensiones. Abrazo. Vamos todavía por esta foto en dupla! ElsaJaná.

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