domingo, 18 de noviembre de 2012

Jose Judkovski sobre Bernardo Kordon






 Bernardo  Kordon:

Claves Para Su Comprensión (completo)

El encuentro entre Bernardo Kordon y José Judkovski era poco menos que inevitable. Y para difundir sin cortes ni quebradas, sin fragmentos odiosos he decidido publicar íntegramente este opúculo de José para complacer a los muchos admiradores, y rescatar como homenaje a un escritoe que es historia con mayúscula de la literatura argentina. Supe de Kordon en el año 1946 por intermedio de su revista TODO el mundo a través del pensamiento. Conocí a Bernardo en la imprenta de la familia, en la calle Córdoba de la Reina del Plata para conversar sobre la China Popular de Mao tse—Tung. Me deslumbró su sencillez, conocimiento, inteligencia y capacidad de síntesis.   mas doy paso al trabajo enjundioso del académico de número de la Academia Porteña del Lunfardo José Judkovski... (andrés aldao)

Bernardo Kordon(1915-2002), uno de los mayores exponentes de la gran literatura argentina y americana de su generación, dedicó su fina y piadosa percepción al mundo marginal y cotidiano.
Relatos lúcidos y testimoniales como: “Un horizonte de cemento”, “Vencedores y vencidos”, “Kid Ñandubay”, “Los navegantes”, “Historias de sobrevivientes”, “Estación terminal”, entre otros de no menor jerarquía, resultan fieles testigos de ello.
Siempre en la búsqueda dura, amarga, de encontrar una “esencial fraternidad humana”, equivalente  a: “Un pecho fraterno para morir abrazao” que en frase poética unicaule nos regaló Enrique Santos Discépolo en su tango “Yira, yira”; al ¡Semos Hermanos! De Dante A. Linyera.
Su larga experiencia de andariego, hurgando en calles, cafetines, prostíbulos, estaciones abandonadas de  ferrocarril, arrabales, ambientes de  amarguras y frustraciones, le enseñó que es necesario beber en compañía muchos vasos de vino para poder asumir la máxima de Romain Rolland(1866-1934): “conocer a los hombres y sin embargo amarlos“.
Creemos y hemos dejado registro de ello, que la clave esencial en la literatura de Franz Kafka es “la salida”. La salida existe, pero el hombre tiene dificultades insalvables para encontrarla y en el intento muere.
 Kafka asumió el Lamento del Profeta Isaias: “Buscamos a tientas la pared, como los ciegos…tropezamos en el mediodía, como si fuera de noche…”
En cambio en la visión  de Bernardo Kordon, el hombre siempre busca  “una ventana para poder respirar”. Así lo expresa en su primera obra: “La vuelta de Rocha” (1936); “El hombre no busca lo triste ni lo alegre, lo bueno ni lo malo; busca una ventana para respirar y a veces la encuentra”.
Es cierto que en esa búsqueda a veces muere,  como su  personaje “Toribio Torres, alias Gardelito” quien luego de una vida basada en mentiras y traiciones, en su único intento de lograr un amigo, muere traicionado.
Pero a diferencia de Kafka, en Bernardo Kordon a veces el hombre alcanza una ventana para respirar.
Como la alcanzó Paul Gauguin, quien en el intento final para encontrar “su ventana”, en Septiembre de 1901 le escribe a su amigo Charles Morice: “Será el último esfuerzo…Iré a Fatu-iva, en las Islas Marquesas que está prácticamente en la edad de piedra. Creo que allí, los elementos enteramente salvajes y la soledad absoluta me darán, antes de morir, un postrer resplandor de entusiasmo…un respiro que me permita acabar mi obra. Y a pesar de sus horribles sufrimientos, ya afectado por eczemas, sífilis e infartos, encontró allí su “rincón para vivir y para morir”, “su ventana”: rodeado de maoríes que retrata en su intimidad, alcanzó lo que siempre buscó: la pureza originaria del hombre y quizás del arte.
Por ello  Bernardo Kordon rechaza como falsos los opuestos “éxito-fracaso” y “vencedores-vencidos”. En él solo es real y válido la búsqueda permanente de la ventana para poder respirar.
O en otros términos, hallar un “Rincón para vivir” título de uno de sus bellos relatos donde, refiriéndose a sus ancestros los recuerda como “obligados durante siglos a buscar un rincón para vivir…(por eso) acumularon en mi sangre la renovada pena de la tierra que se deja y la ilusión de la tierra donde se llega”.
Una ventana para respirar, un rincón para vivir o para morir.
Falsos los opuestos “éxito-fracaso”, “vencedores-vencidos”
De allí otra de sus claves: comprender al hombre solo en su soledad, en un universo violento y soberbio, perdido en la vida, extraviado de sí mismo, como  “Mateo” y “Stefano”, los  grotescos de Armando Discépolo.
El hombre solo en su soledad, como lo expone Roberto Lambertucci en su tango “Mi canción de ausencia” :
“Ya tengo miedo del invierno frío/ y del otoño con sus hojas muertas/ del viento hiriente cuando silba y clama/ como un puñal sobre canción de ausencia.
Y siento miedo porque estoy tan solo/ que no me encuentro ni en mi soledad…”
Bernardo Kordon integra la majestuosa pléyade de hombres como Nicolás Olivari, Joaquín Gomez Bas, Dante A. Linyera, el Premio Nóbel de Literatura: Isaac Bashevis Singer, Roberto Arlt, los poetas del tango: Juanja Tavera y Enrique Santos Discépolo, quienes han palpado “sin guantes” el dolor y la crueldad humana, rebelándose frente a un Di-os al cual no entienden pero pretenden llegar.
Rebelión expresada en el Salmo CII (102):
“Oración del que sufre,
Y cuando su alma se cubre de pena
Delante de Di-os derrama su lamento:
Di-os, oye mi plegaria
Y llegue a Ti mi clamor.
No ocultes de mí Tu Rostro
En el día de mi angustia”
Rebeldía de Alcides Gandolfi Herrero, poeta y boxeador, en su “Plegaria  Rea”:
“A mi manera lunfa, ché Di-os, yo te chamuyo
Sin saber un comino de rezo y confesión.
¡Ché Di-os! Pulsá a los hombres, piantá los berretines
De esos bacanes locos dopados de ambición
Pa´ que finicien  pronto los trágicos festines
De broncas, de miserias, de sangre y destrucción.
Por toda esa mistonga comparsa desahuciada,
Que ha perdido la chance, la fé y el corazón,
Va mi plegaria rea como última parada,
Y a mi manera lunfa, me juego esta oración”

Rebeldía de Benjamín Tagle Lara en su inmortal tango “Puente Alsina”:

“Dónde está mi barrio, mi cuna querida?
Dónde la guarida, refugio de ayer?...”

Descubre Tagle Lara, en su rebeldía ,que le han robado todo. Comprende, solo en su soledad, que el enigma no es la muerte sino el sufrimiento por lo irremediablemente perdido. Por el insoportable vacío que esas pérdidas provocan. Por ello, creo que no es simple casualidad el nombre de Tagle Lara: Benjamín, nombre que desciende del hebreo Ben Oni: hijo de la tristeza.
Rebeldía y tristeza que sufre Mario en el relato de Bernardo Kordon: “La desconocida”, al descubrir que su mujer Clara está sentenciada por una enfermedad incurable y la perderá. Recién entonces, Mario comprende que “el dolor y el miedo (son) detalles accidentales… lo que domina todo es la tristeza, tristeza que lo paraliza y hace sentir por igual, el dolor de vivir y morir”
Rebeldía y tristeza de Roberto Lambertucci:
“…quiero ser ciego y olvidarlo todo/ pero te veo aunque no estás mas…
Gime en la noche  mi canción de ausencia/ oigo tu voz de nieve y de cristal/ todo te nombra cuando estoy tan solo/ porque te siento aunque no estés más”
Tango “Mi canción de ausencia” (Roberto Lambertucci)
Kordon supo siempre y ese saber transcurre en toda su obra, que el opuesto “éxito-fracaso” no es inherente a la naturaleza humana.Si lo es la tristeza que “hiere como una intolerable injusticia…una amputación”.
Tristeza kordoniana, plena, absoluta. Herencia proveniente de sus ancestros.
Nos recuerda al Rabí Israel de Bluzhov quien basado  en el Libro Génesis, Capítulo 40, Versículo 23,  dice: “hay eventos de tal magnitud (que) uno no debería recordar en todo momento, pero tampoco olvidar”
Tristeza plena, tristeza kordoniana.
Parafraseando al poeta polaco Tadeusz Rozewicz(1921)  escritores como Bernardo Kordon, hurgando en lo marginal, encontraron “a partir de palabras aburridas, palabras del inmenso basurero de escombros…un remanente de palabras salvadas, con el secreto deseo de restaurar un orden de comunicación entre el hombre y sus semejantes… ya que al hombre… aun en lo mas bajo… no se le debe negar (jamás) su imagen humana”
Es “ la fraternidad humana esencial” de Bernardo Kordon, “El pecho fraterno para morir abrazao” de Enrique S. Discepolo, el “!Semos Hermanos!” de Dante A. Linyera.
El hombre kordoniano, “solo en su soledad”, se encuentra en todos sus relatos. A veces con nombre, otras sin nombre. Es su clave mayor: el hombre solo en su soledad. Su manifestación extrema lo expone en su cuento: “Estación terminal” de su libro “Los navegantes”. Solo, ante su inminente muerte, el hombre sin nombre reflexiona: “Me estoy muriendo… y tengo miedo de la crueldad de las cosas (que) me rodean…Yo parto y ellas se quedan… Uno creía  poseerlas, pero al final resulta al revés… son ellas las que se quedan y nunca solas… Muero rodeado de libros y no recuerdo ninguno.” Coincide con Catulo Castillo (1906/1975) en su tango “Desencuentro”:
“Amargo desencuentro/porque ves que es al revés…”

Falsa de toda falsedad según Bernardo Kordon son los opuestos: “éxito-fracaso”, “vencedores-vencidos”.
Lo único real para el hombre, solo en su soledad y tristeza es encontrar una ventana para respirar. No siempre la encuentra. Como en el tango  de Julio Camillioni:
“Una niñez de suburbio,
Rancho de lata oxidada,
Creciendo como los yuyos,
Sin cuna, chiches ni nada.
Ya cuando grande y perdido,
No pidió ni dió clemencia.
Rencor de barro amasado,
Resentido que no ruega.

Salió a buscar la revancha,
Salió a ganar la partida.
Jugó su vida a la vida,
Y la vida le ganó.
Su historia fue como muchas
Y entre rejas terminada.
¡Resacas. Cosas del fango,
Letras de tango…pavadas!

Tango “Pavadas”  (Letra: Julio Camillioni (1922-1977)
El hombre solo en su soledad, la Madre de todos los grandes escritores. Como el Quijote de Cervantes (1547-1616) proveniente del  Territorio de la Mancha, que solo es el Territorio de la Nada, de las Dudas, de lo Incierto.
Reina en escritores como Bernardo Kordon y sus cofrades, una virilidad esencial ajena a toda chabacanería.
No son escritores diletantes, no se quedan en la superficie de los hechos. ¡Los penetran!
No son Don Juan, que solo se anima hasta la superficie del amor.
No escriben “sobre la calle”. ¡Son la calle! Llegaron hasta los basurales, conocieron y convivieron con los que habitan la basura.
Pero cuidado. También saben que hay otros basurales disfrazados de “buenas costumbres”, donde habitan hombres y mujeres quienes en un permanente estado de gozo, se consideran “educados y decentes”. Consiguen, como nos lo enseña Kordon en su “Vencedores y vencidos”, acomodarse todas las mañanas una nubecita rosada en sus cabezas. Como lo expresa su Juan Tolosa, linyera de profesión, en permanente huida de sí mismo, en su novela “Un horizonte de cemento”: “Hay una raza de gente que va muy tranquila y muy segura, convencida que nunca se morirán, muy contentos de ellos mismos… Brutos finos… no saben nada de nada… (no saben que) lo importante de un hombre es… compartir un trago, para contar sus cosas a los otros y escuchar de ellos las suyas”.
No saben aquello que enseñaba Joaquín Gómez Bas en su poema La Cardíaca:
“… Minas, guita, hasta honores. Y a qué tanta viveza?
Mañana, en la catrera, en la calle, en la mesa,te chapa la Cardíaca… y adiós”

El hombre y su tristeza, solo en su soledad. Por ello no debe extrañar la amorosa relación de Bernardo Kordon con el Tango. Él, como las letras de tantos tangos, decidió asumir la tristeza en un mundo soberbio y violento que pretende que todo transite bajo la dualidad “éxito-fracaso”
En su “Vencedores y vencidos”, dos personajes: Rivas y Enrique, ingresan a un viejo bar. Rivas pide dos cafés y “con un gesto abarcó el viejo local de espejos empañados. En el centro quedaba una vetusta tarima de orquesta” Y ocurre entre ambos, el siguiente diálogo:
Rivas: Lindo lugar, verdad? Aquí venía de muchacho a escuchar tangos…El lugar me gusta, y a vos?
Enrique: Lo encuentro triste.
Rivas: Justamente. A eso veníamos, a sentirnos tristes.
Enrique: ¡Lindo modo de divertirse!
Rivas: Al menos cultivábamos en la tristeza del tango un tipo de plenitud.”

Descubrió Bernardo Kordon en sus travesías, en su manía ambulatoria que es posible lograr la plenitud incluso en la tristeza.
Al igual que Nicolás Olivari (1900-1966), Roberto Arlt (1900-1942), Joaquín Gómez Bas (1907-1984), Dante A. Linyera (1902-1938), Isaac Bashevis Singer (1904-1991), no necesitó para conocer su misión, lo hecho por el gran economista británico del pasado siglo: Alfred Marshall (1842-1924), quien compró un cuadro que representaba a un mendigo. Lo colocó frente a su escritorio y así, según decía, no olvidar que su misión como economista es lograr dar definitiva solución a los problemas de los mas necesitados.
¡No!  La misión artística de Bernardo Kordon y sus cofrades ha sido convivir con el necesitado, con quienes buscan afanosamente una ventana para respirar dentro de su soledad y tristeza.
Sabe, como su Juan Tolosa, linyera de profesión, que “… un poco de amor… resulta espectáculo tan raro y confortable, como una fuente de agua en el desierto”
Pertenece a ese grupo de  artistas que han desarrollado una obra a contramano. No solo piensan sino miran a su alrededor, sin prejuicios.
No son “El Pensador” de Rodin, tranquilos, pacientes. Viven inmersos en la hoguera de la realidad.
¡Penetran la realidad! Piensan a gritos, como Nicolás Olivari en “La musa de la mala pata” y “El gato escaldado”, como Dante A. Linyera en “!Semos hermanos!”, como Alcides Gandolfi Herrero a quien Kordon declaraba como “El gran campeón argentino de boxeo, de maravillosa técnica” en su “Plegaria Rea”, como Isaac Bashevis Singer en “El Penitente”, como Itzak L. Peretz (1852-1915) en su poema “No creas que el mundo es una taberna”, como Enrique Santos Discépolo (1901-1951) en sus esenciales tangos: “Yira,yira”, “!Qué vachaché!”, “Tormenta” y “Cambalache”.
En los personajes de Kordon aletean, junto a carencias irremediables y el  miedo a “los otros”, principios éticos que logran, a veces, salir a luz. Por ello su mirada siempre tierna, piadosa, comprensiva. Así, en su cuento “El misterioso cocinero volador aparecido en el Hotel y Pensión Esquina”, un pibe, en la más completa mishiadura, con sueños de convertirse en boxeador, habita una miserable habitación del miserable hotel. Un día, sin saber cómo, encuentra en su habitación, un billete de cinco pesos, un “cocinero” como lo conocíamos años pasados. Para él, una fortuna. Silenciosamente, hambriento, sin comentar nada a nadie,  va a un ruinoso bar y pide una café con leche con seis medialunas. Al finalizar su consumición, reflexiona: “Mi pobre viejo, no tan gil a la gurda como me pareció… me dijo que lo ganado sin laburar, no tiene gusto a nada. La verdad es que a este café con leche, le ponía azúcar y más azúcar y siempre lo encontraba amargo”
Cómo es considerada, por críticos y comentaristas, la obra de Bernardo Kordon? Veamos.
Francisco Herrera, en su “Enciclopedia de la Literatura Argentina lo califica como un escritor de “un realismo crítico, cuya participación parece dar testimonio de una Buenos Aires asentada alrededor de 1940”.
José Gobello(1919) lo considera “un narrador pesimista y cruel, pero verídico… Sus descripciones de los ambientes porteños son de una autenticidad tremenda”
Luis Soler Cañas cataloga su obra como de una “porteñidad esencial”, coincidiendo con Leopoldo Marechal (1900-1970), autor del imprescindible “Adan Buenosayres”  , cuando éste, en carta que le dirigió a B. Kordon en 1965 luego de la lectura de “Vencedores y vencidos” le escribe: “ ¡Qué bien estudiados y sentidos todas las dimensiones de la porteñidad!... Por qué será que Buenos Aires nos duele  tanto?...”
Consideran a Kordon un escritor del denominado “realismo urbano”.
Ello es cierto, pero insuficiente. Veamos.
Admirador de Máximo Gorki (1868-1936), quizás su gran maestro en el difícil arte del cuento, admirador de Roberto Arlt a quien consideraba “el mas grande de todos “, este nieto de un cantor litúrgico (Jazan) e hijo de un imprentero con ideas socialistas fue, a nuestro entender, mas allá de un escritor del “realismo urbano”.
En principio, asumió el mandato de quien fue considerado “el abuelo” de la gran literatura idish: Méndele Moijer Sforim (Manuel el vendedor de libros), seudónimo del escritor Sholem Jacob Abramovich (1835-1917), quien arengaba a los jóvenes escritores judíos de Europa Oriental, a fines del siglo XIX: “… no se remonten a los cielos con vanas fantasías… bajen a  la tierra… fíjense en la vida del pueblo… qué es lo que acontece en sus casas…”
Siendo hombre de Buenos Aires, Kordon fue un continuador natural de los grandes escritores idishistas: Méndele Moijer Sforim, Itzak Leibuch Peretz, Scholem Aleijem (1859-1916), Scholem Asch (1880-1957), Isaac Bashevis Singer, quienes fijaban sus miradas en el aprendizaje, jamás en el rito.
Recoge sus historias “que están al lado nuestro y en nosotros mismos” según sus palabras, en calles, cafetines, prostíbulos, borracherías, caminos abandonados. Sabía, al igual que Joaquín Gomez Bas que: “sacar la inspiración de las cosas leídas es manejar una emoción de segunda mano… un sollozo de imitación, un miserere de utilería…”
Claramente lo expresa en su relato: “Expedición al Oeste”: “…nos encontramos llenos de vulgaridades. Por eso las rechazamos (en los otros) con un horror casi religioso. Llevamos las vulgaridades adentro y somos incapaces de contemplarlas con espíritu de curiosidad”.
Bernardo Kordon rechaza la soberbia de no mirar y no mirarse.
Andariego compulsivo, curioso de la conducta humana, reconoce que “el vagabundeo no conduce a ningún lado, pero puede llevarnos a todas las revelaciones… porque (allí) se producen hechos. Lo demás son suposiciones… la calle me reveló el mundo de la poesía y la aventura… entremos en la calle como quien penetra en un templo para encontrar la verdad”
Busca la revelación fundamental: la fraternidad humana, “el pecho fraterno para morir abrazao”. Sabe como Martin Buber que el “YO” sin “EL TU” solo es un ser discapacitado.
Jamás acusa. Jamás.  Sabe que sus personajes, que habitan en  él mismo, solo son víctimas que tratan de sobrevivir, de encontrar la ventana para poder respirar, un rincón para vivir o para morir.
De allí el título de una de sus obras mayores: “Historias de sobrevivientes”.
En Kordon, todos “los Otros” son “Yo”.
Es un esteta del desencanto. Pero no manifiesta odio sino piedad. Percibe que el hombre, necio y tonto, vive en un universo de  engaños y ultrajes.Por ello rechaza el odio, reconociendo que es un sentimiento basado en el miedo al “Otro”.
Con extrema claridad, lo expone en su cuento “Verde que te quiero verde”. El personaje: Menajem Borger relata su odisea en los campos y ghetos de la muerte nazis. Allí, el Oberscharfurher Rudolf Wagner, responsable a cargo de consumar los asesinatos colectivos, ordena que camino a la horca siempre debían concurrir de seis en seis. Pero solo se ahorquen, en principio tres,  mientras los tres restantes, antes de seguir idéntica suerte, debían observar el temblequeo de los ahorcados. De esa manera, decía el comandante nazi: “El judío sentiría la muerte dos veces”.
Tamaña perversión solo se sustenta en el miedo a la víctima, quien debía morir dos veces.
Es el miedo al “Otro”.
Kordon sabe, por el drama histórico de sus ancestros, que el odio al “Otro” en el fondo es el miedo al  “Otro”. Al “Diferente”.
En su obra “Cuando hubo muchos negros en Buenos Aires”, imprescindible ensayo-relato donde unifica historia y literatura, expone el maltrato al “negro”, al “moreno”, como se los denominaba en Buenos Aires. Allí expresa el sentimiento de libertad de éstos, manifestado a través de la música y los bailes provenientes de sus ancestros. El personaje central: “El Rey de la Nación Benguela” en Buenos Aires, con sede central en un quilombo del “Barrio del Tambor” dice:
“Los amos (blancos) saben hace tiempo, que nos tienen que dejar cantar y tocar tambor a nuestro gusto… ¡Si hay candombe, hay trabajo!.  ¡Si no, nada!. Se lo digo yo que soy Tata viejo… con pelo blanco… Nos trajeron de muchachitos… nos pusieron coyundas y cadenas y caminamos ya no recuerdo cuanto tiempo… solo recuerdo el hambre y la fatiga… y el olor podrido de las llagas de cadenas y latigazos. (Pero) ese olor de muerte no nos quitaba la esperanza, ni les quitaba el miedo a los portugueses”.
Ee odio es el miedo al “Otro”, al “Diferente”, al “Distinto”.
Sabe Bernardo Kordon, que el solo hecho de temer al “Otro”, ese solo hecho  significa  admitir su existencia. Restan entonces dos caminos en la relación con el “Otro”:
1.- Lo anulamos, lo destruimos, lo matamos. Ello conduce a un universo violento y soberbio.
2.- Convivimos, confraternizamos. Ello conduce al mundo del “Yo-Tu” Buberiano. “Al pecho fraterno para morir abrazao” Discepoliano.A lo que Leopoldo Marechal denominaba “La primera Ley de la caridad” :  “entender al otro en tanto que otro y no como uno quiere que sea…respetarlo en tanto que otro, en estado de compañerismo, eliminando una supuesta superioridad duramente ejercida que a lo sumo provoca una obediencia fingida”
Esta es la mística que encontramos en la obra de Kordon, el camino para lograr la perfeccion de este mundo terrenal. La“fraternidad humana esencial kordoniana,  en definitiva la construcción aceptada entre “diferentes”.
Kordon asumió el “enojo” del Profeta Miqueas:
“¿Qué te has hecho? . Te saqué de Egipto, te liberé de la esclavitud. ¿Acaso no te he dicho qué es el bien, qué es la virtud?...¿No es acaso el hacer justicia…y andar con humildad y sin arrogancia.”
Regresemos a su íntima relación con el hecho que el Tango aparece en  Kordon  reiteradamente. Es que el Tango resultó  su permanente música de fondo desde su infancia. Así, en su “Expedición al Oeste” dice: “… trataba de recordar ese tango de la guardia vieja, hasta que dí con el nombre: “El apache argentino”. Se inicia con un firulete de la flauta, un silbido canyengue que puede pasar, indistintamente, como un chiflido de alerta entre hampones  o las pitadas de la ronda del vigilante con casco de mi infancia”.
En uno de mis encuentros, recordándole  este párrafo, me confesó: “Será por ello que aprecio tanto el tango “Arrabal” de José Pascual en la interpretación de Osvaldo Pugliese”.
Dice Enrique Santos Discépolo en su inmortal “Cafetín de Buenos Aires” : “Cómo olvidarte en esta queja/ Cafetín de Buenos Aires/ Si sos lo único en la vida/ que se pareció a mi vieja…”. En igual sentido, Kordon  lo adopta en  su  “Verde que te quiero verde” cuando su personaje Menajem Borger, candidato al suplicio y muerte, recuerda:  “… mi verdadero mundo, conocido piedra por piedra, fue la barriada judía de Kaszmiensz (Cracovia, Polonia), lo más parecido a mi madre ´protectora y bella…”.
Y en su primera novela: “Un horizonte de cemento” (1940), el linyera Juan Tolosa de 63 años, recuerda sus años de fandango en “La Glorieta de la Parda Flora”, querido rincón arrabalero: “Linda la orquesta. Metía mas fuego que la caña que chupaban los carreritos y el coñac de los fifís. El Negro Abel candombeaba en el piano y el Tano Luigi le hacía rulos al tango con su flauta… Por entonces, no se acostumbraba cantar un tango. Todo se decía bailando… había un pardo de bombachas con faja de cuarteador de los mataderos. Apretaba a su compañera y empezaba a mover las piernas con la suavidad de un gato. Parecía que escribía algo… nos enseñaba a candombear la milonga a los porteños“.
Se comparta o no, válido es recordar, el pensamiento de Bernardo Kordon con respecto a los orígenes de nuestro Tango. En el mencionado ensayo-relato “Cuando hubo muchos negros en Buenos Aires” le hace decir al Rey de los Benguelas:
“En nuestra lengua bozal decíamos “tocá tambor” y de allí se dio también “tocá Tam-go”. Como los negros nos excedemos en el ritmo y repetimos las palabras porque sí, nos resultó: “Tan-gó” para señalar el golpe de la mano en el tambor. De ese “tan-gó” se llegó al “Tango” que nació del candombe… cosa de negro y de ningún otro color”.
Y agrega Bernardo Kordon: “los negros que inventaron el Tango también lo interpretaron con los instrumentos musicales llegados de Europa”. Seguramente pensaba en  Casimiro Alcorta,  Rosendo Mendizabal,  Carlos Posadas,  Joaquín Mauricio Mora,  Enrique Maciel y  tantos otros.
No hay en Kordon “vencedores y vencidos”. Solo es válido para el hombre solo en su soledad, encontrar una ventana para respirar, un rincón para vivir o para morir.
Pertenece, insistimos, a esa pléyade majestuosa  de escritores y poetas culpables de haber elaborado una obra a contramano del sentido común. Al igual que Roberto Arlt, Joaquín Gómez Bas, Nicolás Olivari, William Faulkner, Isaac Bashevis Singer, quienes no dudaron en emitir sus bramidos, el vigor de sus vocabularios, ajenos a toda regla, despreocupados de la composición.
Son  escritores “buscapiés” .
Bernardo Kordon trabajaba, mientras aprendía y comprendía durante sus inacabables andanzas, en un santo desorden.
Nos atrevemos a utilizar, para este declarado ateo, el término “santo”. Es que no tenemos duda  de su esencia religiosa. Religión sin cultos, sin ritos. Religión basada en el aprendizaje, dotada de una sabiduría escéptica que no excluye una profunda fé en las posibilidades del hombre.
Justificamos esta manifestación, de la cual nos hacemos cargo, en los siguientes hechos que surgen de su obra:
1.- La enorme cantidad de veces que utiliza y repite la palabra “revelación”. Solo se revela lo inesperado, lo sin definición, la causa sin causa: la Creación Original.
2.- En su deslumbrante “A punto de reventar”, en actitud autobiográfica, dice: “Siempre confío en algo… bendigo a los motores (de los aviones) que saben mecerme entre las nubes. Aviones enormes me llevaron por los cielos del mundo… Reviso… mis recuerdos en estos cielos… con la seguridad de que allí donde saltaron las primeras revelaciones, deben yacer también las últimas”.
3.- En su manía ambulatoria, en su vagabundeo sin destinos prefijados, descubre y expone, con la terquedad de una mula, las inequidades humanas, junto con la solidaridad; el egoísmo salvaje  y discriminador, junto al amor redentor. Es que, en su búsqueda implacable del “Yo-Tu” Buberiano, al igual que el “¡Semos Hermanos!” de Dante A. Linyera, aletea su inmenso deseo de hallar y establecer el “Reino de la Fraternidad Humana “, “El pecho fraterno para morir abrazao”, el “un poco de amor resulta… tan confortable” de su Juan Tolosa. Entendemos entonces, su necesidad de buscar  una nueva intervención de Di-os para que acceda a una nueva Creación, a un borrón y cuenta nueva, a un punto cero, y de esa manera evitar la melancólica decepción Discepoliana: “El mundo fue y será una porquería”.
Es que se puede ser laico, ateo, librepensador y coincidir con los principios de la religión., ya que la religión no solo es la Fé. Se sustenta en principios ´ticos que asumen carta de naturaleza religiosa, que fueron convertidos en elementos religiosos.
Kordon asumió en su vida y en su obra una promesa que se dice en los rezos judíos de los días mas solemnes: Rosh Hashana y Yom Kipur. “Aguda Ejad” (que lleguemos a formar un solo haz con todos los pueblos de la Tierra).
Su búsqueda y su obra coincide con  el personaje central en la novela de Isaac Bashevis Singer: “El esclavo” cuando reflexiona: “ …ahora entendía su religión. Su esencia era la relación entre el hombre y sus semejantes. Las obligaciones con Di-os son fáciles…solo rituales”
El universo religioso que fascinaba a Kordon era la marginalidad y sus personajes.
Consecuencia inmediata de ello era su admiración y respeto hacia hombres del arte, la ciencia y la política, que no rehuían ni despreciaban ese mundo que él amaba.
Así, rinde homenaje al artista plástico chileno Luis Herrera Guevara (1891-1945), prestigioso abogado de su tiempo, quién convirtió su lujoso estudio jurídico en taller de pintura, atraído por los brillantes colores que él veía en plazas, humildes iglesias y callejuelas de su querida Santiago, abandonando definitivamente su éxito de prestigioso hombre del Derecho para exponer los colores de su pueblo.
Admiraba a su amigo el gran historiador polaco Boleslao Lewin (1908-1988), quien dedicó mas de cuarenta años a investigar y registrar la vida de nativos indígenas de América, con énfasis en el mítico Tupac-Amarú, convirtiéndose, al decir de Kordon en un “fanático sensibilizado por los sufrimientos de los indios en manos de la Inquisición, recibiendo como única compensación el vivir patéticamente en soledad y pobreza. Un rebelde solitario, intransigente y obsesivo en sus ideales y verdades científicas.
 Nos preguntamos ¿puede un hombre de la Literatura ser objetivo?. ¿Puede su obra ser testimonial?
Exigir objetividad, creemos, es impropio, ya que para  hombres como Kordon, todo personaje de su creación es “uno mismo”.
En cambio,  suelen ser testigos valiosos de su tiempo.  Con sus naturales limitaciones porque, como sostiene Martín Buber (1878-1965): “… hay realidades legendarias en el sentido que no son auténticas como lo es una crónica, sino que son realidades provenientes de hombres fervorosos que asientan sus recuerdos  o sus historias en lo que ellos presenciaron o en aquello que en su exaltación creyeron presenciar.”
De allí que los relatos de Bernardo Kordon, provenientes de su permanente vagabundeo hurgando en lo marginal y cotidiano, son documentos históricos al asumir la regla fundamental de su admirado Isaac Bashevis Singer: “Los hechos  nunca se vuelven obsoletos, los comentarios sí”, siempre”. Con suma claridad lo dice  en su “Expedición al Oeste”: “… soy  un hombre de ciudad. Antes fui un niño de ciudad. Y una ciudad se compone de calles donde se producen hechos… es lo único que me interesa… la calle y los hechos… Lo demás (solo) son ensayos… retórica… (por ello) me domina el impulso de recorrer esas calles, como un merodeador, fascinado por un clima de inestabilidad, barridas por un viento de soledad… !Qué bien nos nutrimos con la vitalidad de la calle!... perforar todos los muros… conocer los secretos resortes de las grescas en un conventillo… los misteriosos acontecimientos del prostíbulo… !Cuántas cosas llenan el mundo!... Y el resultado es rico y turbador, como ese vino azucarado que me preparaba mi abuelo  en los días de Peisaj…”.
Nos recuerda al “Peregrino” el personaje central de Francisco Defilippis Novoa(1889-1930) en su obra “Los caminos del mundo” del año 1925: “Soy un paria y soy libre… mira como marcho sin el peso de un solo remordimiento”.
Su literatura es testimonial, ajustada a un antiguo romance español :
“Yo no digo mi canción sino a quien va conmigo”
Sin duda que sus relatos son testimoniales. Como lo son la revista de humor gráfico-político “El Mosquito” (1863-1893), el “Adan Buenosayres” de Leopoldo Marechal, los “Cuentos de Corrientes y Paraná” de Enrique Silberstein (1920-1973), las “Aguafuertes porteñas” de Roberto Arlt, los videos de Tato Bores, los relatos minimalistas del olvidado  José Rabinovich (1903-1978)exponiendo la miseria de la judería pobre en inquilinatos y conventillos de los años 20 y 30 del siglo XX.
Se autodeclaraba “cuentista” y no “novelista”, siendo un justo integrante del “género literario nacional por excelencia”: el cuento.
De allí su permanente deseo de evitar el “exceso de palabras”, para evitar dañar la imagen. A menudo, recordaba la obra de William Faulkner “Luz de agosto”, cuando Lena Grove en el instante de ser violada por Byron Bunch, le dice: “¿No te dá vergüenza? ¡Podés despertar al bebé!”.
Acaso es necesario agregar palabras a esta imagen de una mujer que no solo  no está asustada ni confundida sino, además, no busca lástima?
Bernardo Kordon fue un “naturalista” en el sentido de escribir en el idioma de la gente común.
La calle le transmitió el lenguaje que admiraba y no dudó en adoptarlo: el lunfardo. La consideraba una lengua “con palabras exactas y medidas, como los golpes de los buenos boxeadores”.
Así, la mujer que “trabajaba” para un fioca “es una mina que tira el carro” y el chorro “un gratarola”. En la calle, decía, aprendí códigos exactos. Por ejemplo, para el mundo de los fiocas, el mayor valor no es el coraje sino la palabra empeñada.
Jamás dudó su decisión al elegir entre un naturalismo lingüístico y la exquisitez idiomática. En ese sentido, asumió la declaración poética de Celedonio E. Flores en “Musa  Rea”:
“No tengo el berretín de ser un bardo/ chamuyador letrao ni de espamento/ Yo escribo humildemente lo que siento/ y pa’ escribir mejor, lo hago en lunfardo”
Utilizando un lenguaje popular,lo revitaliza, logrando una prosa de acento argentino, creando arquetipos como Kid Ñandubay, Toribio Torres y Juan Tolosa, entendiendo que los arquetipos literarios tienen el vigor de los mitos inmarchitables, participando de la feliz expresión de Stefan Zweig: “momentos estelares” de la cultura de un país.
 Por ello, refiriéndose a su obra dice: “Escribo un rastreo… y algunos de sus tripulantes de cuarenta años de recuerdos de este otro sobreviviente que soy yo. Si algunos de ellos han muerto… aun viven tozudamente en mi memoria. Por eso los nombro… para que de cualquier modo sigan viviendo conmigo en el  único espécimen de milagro que aun queda en el mundo: la palabra escrita”.
Bueno es recordar de su obra, temas tratados con espíritu recto, ético.
Por ejemplo: la desocupación laboral, hoy vigente en el mundo.
 Juan XXIII “El Papa Bueno”( hombre que me recuerda a un par de él, el creador del Movimiento Jasídico Judío: “El Baal Shem Tov” , El del Buen Nombre), alguna vez, enfurecido, nos enseñó que uno de los graves pecados  en el estadio histórico actual es la desocupación, el hombre sin trabajo, hecho que no se soluciona con subsidios, sino con la creación de puestos de trabajo.
En igual sentido, en uno de los relatos de Kordon: “Detrás de la Cordillera”, un hombre sin trabajo, quien vive y come en la casa de un piadoso amigo le dice a éste: “Si supieras la humillación de estar en un hogar que solo cuenta con un hombre para trabajar: vos, y ser como otro niño mas que  nada puede producir”.
 Coincide con su admirado Celedonio E. Flores  en su tango: “Pan” :
“Trabajar? ¿Adónde?. Extender la mano/ pidiendo limosna al que pasa, por qué?”
Es que hombres como Juan XXIII, Bernardo Kordon, Celedonio E. Flores, pertenecen a la tribu  que pretenden reparar la Creación Divina para que surja una generación de hombres virtuosos que establezcan, al decir de Kordon, una comunidad que resulte “al menos una complicidad, un entendimiento… un marchar uno junto al otro, identificando el YO con los demás”. Como sostenía el gran Maestro del Derecho Penal Italiano: Enrico Ferri “lograr la comunidad de intereses”
¡La Fraternidad humana esencial! Kordoniana, “El pecho fraterno para morir abrazao” Discepoliano, el “!Semos Hermanos!” de Linyera.
Bernardo Kordon rinde cálido tributo a la cultura popular y sus representantes. Como su admirado circo criollo con sus artistas trashumantes, quienes con su humilde arte alegraban la vida de pueblos olvidados.
En lugares abandonados de nuestro Norte Argentino“El circo – dice en “Kid Ñandubay” -  seguía andando para despertar a Juan Moreira en los corazones puros escondidos dentro de esos hombres…  endurecidos… llenos de pinches como los cactus y palos borrachos”.
Pueblos pequeños y fuera de los mapas , que él supo recorrer una y otra vez, dando testimonio sobre la convivencia entre obreros de los quebrachales e indios, chacareros polacos e italianos junto al almacén “El Indio Zufutinsky” y la tienda “El Gaucho Meligosky”. Nos recuerda al  “Megafón” de Leopoldo Marechal, cuando frente a la mesa servida por su mujer, el personaje enumera el contenido: aceitunas de Cuyo, nueces de La Rioja, salamines de Tandil, maníes de Corrientes, almejas de Mar del Plata…agregando: “conozco estas frutas y conozco el ademán y la cara de los hombres que la cosecharon”
La fraternidad esencial. Un solo pueblo. Asume la tradición de sus ancestros donde todo ser humano es irrepetible, insustituible, ya que en cada alma anida una partícula de la Chispa Divina. Por ello dice: “Toda persona tiene un sentido oculto”.
He tenido el privilegio de conocer y escuchar a Bernardo Kordon. Era un hombre lúcidamente triste, piadoso. Un hombre con majestad. Un sabio con esa sabiduría que se aloja mas en el corazón que en la mente
He sido testigo de su propia evaluación esencial de su obra. Confesaba que luego de tanto andar, tanto conocer las miserias humanas y el genocidio vigente en un mundo soberbio y violento, toda su obra se sintetiza en los versos finales del poeta hebreo Abraham Shlonsky en su  poema “Juramento” ;
Juro no retomar mi camino mañana
Sin haber aprendido tampoco esta vez nada”

Por ello,  en su largo deambular, en su prolongado aprendizaje, Bernardo Kordon se puso al lado de su admirado Fiodor  Dostoievsky (1821/1881), para quien una sola “lágrima infantil era un precio excesivo para la armonía universal”.
Su mirada remite a la idea de los Profetas, de no olvidar ni permitir dejar abandonado a ningún hombre, so pena de olvidar su contribución a la historia de la especie.
Es su “fraternidad humana esencial”Es “el pecho fraterno para morir abrazao” de Enrique Santos Discépolo.Es “el hombre candidato al abrazo comprensivo de los que saben mirar al otro por dentro” de Joaquin Gómez Bas.
Es la poesía “Pueblos” de Itzak Leibuch Peretz:
“Mezclad juntos los colores
Blancos, negros y cobrizos.
Porque hermanos son los hombres
Son de un Padre y Madre mismos.

Y un Di-os mismo los ha creado
Y una Patria el mundo entero.
Que los hombres son hermanos,
Bien lo saben Tierra y Cielo.
Una raza son los hombres,
Negra, blanca y amarilla.
Son distintos los colores
Mas Natura es una misma.

Amarillos, blancos, negros.
Todos, todos son hermanos.
Latitudes, razas, pueblos,
No es mas que un cuento inventado”
 Buenos Aires era su ciudad, su Patria, “el puerto de los puertos, partida y llegada de todas mis tentativas de fuga”.
Pensando en su vida y su obra, me permitiré finalizar  utilizando sus propias palabras extraídas de su bello relato: “El fotógrafo y su negativo 300.001 (extraviado)” :
“Aún no sé si Bernardo Kordon fue un joven con la sabiduría de un viejo, o bien un hombre maduro que descubría… con implacables ojos de niño”.
Buenos Aires, 15 de junio de 2012.

JOSE JUDKOVSKI
Académico de Número
Sillón “ Angel G. Villoldo”



 BIBLIOGRAFÍA

Buber , Martín
“El eclipse de Dios” (Revista “Raices”, año 2, Nº 3, 1992)

GOMEZ BAS, Joaquin
“Buenos Aires y lo suyo“ (Edit. Plus Ultra, 1976)

JUDKOVSKI, José
“El Tango, una historia con judíos” (Edit. Fundación IWO, 1998)
“Buenos Aires, fervor y tango…” (Edit. Fundación IWO, 2003)
“El Tango y los Judios de Europa Oriental” (Academia Porteña del Lunfardo)

KORDON, Bernardo
“Vencedores y vencidos” (Edit. Capricornio, 1965)
“Un horizonte de cemento” (Edit. Siglo Veinte, 1963)
“Reina del Plata” (Edit. Jorge Alvarez, 1966)
“Muerte en el valle” (Edit. Cultura, 1943)
“A punto de reventar” (Edit. Losada, 1971)
“Los navegantes” (Edit. Losada, 1972)
“Cuentos de Bernardo Kordon” (Edit. Tiempo Contemporaneo,1969)
“Un día menos” (Edit. Sudamericana, 1966)
“El misterioso cocinero volador y otros relatos” (C.E.A.L. , 1992)
“Historias de sobrevivientes” (Edit. Bruguera, 1982)
“Relatos porteños” (Edit. Belgrano, 1982)
“Cuando hubo muchos negros en Buenos Aires” (Revista “Raices”,1992)
“Encuesta a la Literatura Argentina” (Capítulo Nº 138, 1982)
VERBITSKY, Bernardo
“Literatura y conciencia nacional” (Edit. Paidós), 1975)

 por Jose Judkovski





3 comentarios:

  1. Impecable estudio sobre el gran escritor Bernardo Kordon emparentándolo con otros grandes escritores y poetas, un rescate de la sensibilidad y realismo de su obra que perdura como instantáneas de un Buenos Aires que parece difuminado, toda una ventana para asomarse a respirar y no olvidar, felicito al autor y agradezco a Andrés este buen momento de lectura, Carlos Arturo Trinelli

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  2. Estimado José, es un placer leer este artículo y poder reencontrarnos por este medio. Un abrazo grande.

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  3. Bernardo Kordon recuperado por la pluma de José Judkovski, es traído en la versión completa. Quienes quieran deleitarse con este escrito de José y conocer detalles de la vida Kordon tendrá paciencia para enfrascarse en la lectura de este trabajo enjundioso.

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