miércoles, 13 de marzo de 2013

Sobre Osip Mandelstam


Nota del editor: Han pasado más de ocho décadas desde que los crímenes del estalinismo decapitaron la política, el arte, la ciencia, la cultura y la poesía de Rusia.  El terror de la dictadura de Stalin acabó con toda una generación de grandes escritores y poetas rusos. Como homenaje a todos ellos publicamos la nota que sigue. (Andrés Aldao)



Una noche en vela. Un huevo duro.
     
Osip Mandelstam, ruso por adopción, nació en 1891 en Varsovia en el seno de una familia judía. Miembro de la corriente acmeista, amigo de Anna Ajmátova, recibió la Revolución de Octubre con indiferencia. No le entusiasmaba el clima revolucionario que recorría Rusia y prefería mantenerse ajeno a la actividad política. Era miembro, como muchos otros, de la Unión de Escritores, pero distante de la militancia gremial de la entidad.
      Su energía era volcada exclusivamente en el papel, donde escribía poemas que nada tenían que ver con la revolución social, el comunismo o el proletariado. A diferencia de Maiakovski, Babel y tantos otros poetas que se habían comprometido con el surgimiento de los soviets, Mandelstam prefería mantener distancia de esa estética que más tarde se encaminaría con paso militante hacia el realismo socialista.
      Sin embargo, como el suicida que busca el método más doloroso para acabar con su vida, Mandelstam creó –sin llegar a escribirla jamás- la únicapoesía política de toda su existencia, un producto de escasa calidad literaria pero decididamente mortífero, como si le complaciera elaborar un veneno que garantiza la muerte pero a largo plazo y mediante indecibles sufrimientos. El poema ni siquiera tiene título, pero su lectura no permite confusiones: es contra Stalin.
      En la tarde del 16 de mayo de 1934 Anna Ajmátova caminó las cuadras que separaban su casa de la vivienda de Mandelstam y su esposa Nadiezhda. Desde siempre acostumbraban a leerse mutuamente sus textos antes de darlos a conocer a otros. Los acercaban sus talentos literarios y un amor que trascendía las cuestiones estéticas. Es conocida la historia de ese día, narrada por Berlin: como en la casa no había absolutamente nada más que té, Mandelstam salió, sin un peso en el bolsillo, a buscar algo para comer. Regresó al rato con un huevo duro que le regaló un vecino y que pretendía compartir luego entre los tres.
      Estaban leyendo sus escritos cuando tocaron a la puerta. Se presentaron tres hombres: Guerasimov, Veprintsev y Zablovski, todos agentes de la policía secreta. Sin violencia, aunque ásperos, ingresaron en la casa y comenzaron a revisar cada uno de los papeles del poeta. No tenían apuro, y la labor les llevó toda la noche: buscaban la poesía que jamás podrían encontrar porque, sorprendentemente, nunca había sido volcada al papel por Mandelstam. Elaborada en su cabeza, permanecía guardada en su memoria.
      Fue una noche larga y tensa; cada nota, cada escrito fue revisado minuciosamente. Amaneció y Nadiezhda, Ajmátova y el poeta seguían sentados esperando que terminara la labor de los agentes. Los tres sabían que él iba a ser detenido y fue Ajmátova la que insistió para que Mandelstam comiera el huevo duro donado por el generoso vecino antes de salir hacia la cárcel de la Lubianka.

      El poema nunca escrito pero recitado en algunas oportunidades dentro del círculo de amigos, había sido copiado por alguien que pretendía los favores del régimen y que lo entregó a las autoridades. Esa delación le costó tres años de destierro en un campo, un breve período de libertad restringida y una nueva detención que acabó con su vida.
      Tres meses después de ese episodio, se realizó el Primer Congreso de Escritores Soviéticos y la palabra de Máximo Gorki fue escuchada con religiosa atención. Pero muchos resultaron defraudados: el discurso del escritor no incluyó mención alguna del poeta preso. A pesar de las solicitudes para que influyera ante las autoridades y lograra la liberación de Mandelstam, Gorki prefirió callarse. Preocupado por otros temas, habló de Oscar Wilde y lo incluyó entre los "muchos otros degenerados sociales creados por la influencia anarquista de las condiciones inhumanas en el estado capitalista".
      Unos meses más tarde, en enero de 1935, Gorki insistió en que "hay que exterminar al enemigo sin cuartel ni piedad, sin prestar la menor atención a los gemidos y suspiros de los humanistas profesionales". El peso que su voz tenía en la Unión Soviética era sólo comparable con el de León Tolstoi en la primera década del siglo. ¿Ignoraba que su consejo sería llevado a cabo por burócratas solícitos siempre atentos a satisfacer los deseos de Stalin?
      Ignorante o no, su palabra fue escuchada. En 1937 no hubo cuartel ni piedad: fueron fusilados el poeta Nikolai Kliuiev, cercano a Esenin, y el escritor Boris Pilniak; en 1938 murió el prisionero Mandelstam; el mismo año fue fusilado Aleksandr Arosev, escritor que había participado junto con los bolcheviques en la Revolución; en enero de 1940 fue fusilado Meyerhold, el vanguardista director de teatro que había hecho suyas las ideas revolucionarias; en el mismo mes y año fue fusilado el escritor Isaak Babel, autor de Caballería Roja. La lista es interminable e incluye críticos literarios, pintores, ensayistas, novelistas y cuentistas. La represión cultural fue tan vasta que Ajmátova la describió en un poema como una vigilia perpetua:
Y vino una noche
que no conoció la aurora.
      El florecimiento de la poesía rusa, producido en las últimas dos décadas del siglo XIX, y que fue acompañado por un nuevo impulso en los primeros años de la Revolución, cayó aplastado finalmente por la represión cultural. Cada poeta era investigado, cada poesía era minuciosamente leída e interpretada por funcionarios que trabajaban día y noche para encontrar una palabra, una estrofa que pudiera aludir a Stalin. El obsesivo control sobre los artistas demostraba, curiosamente, la importancia que la poesía tenía en el pueblo ruso.

      No hay que quejarse. Este es el único país que respeta la poesía: matan por ella. En ningún otro lugar ocurre eso..., ironizaba Mandelstam cuando se enteraba de la muerte de alguno de sus colegas en alguna cárcel lejana.
      El hombre nace, luego muere, pero la policía permanece... había dicho ya Nikolai Gumiliev, el acmeista pionero entre los artistas por la fecha de su muerte: fue fusilado en agosto de 1921.
      Lo que distingue a Mandelstam de sus pares es que nunca participó del ímpetu revolucionario que recorrió la literatura rusa. No adhería a la poesía política ni tenía pretensiones de vincular su creación estética con el compromiso social, tal como hacían muchos de sus amigos. ¿Cuál fue el impulso, entonces, que lo llevó a crear una única poesía política en toda su vida, y precisamente en contra de Stalin? ¿Por qué, sin haberla volcado al papel desafió recitarla en algunos círculos literarios, donde muy probablemente encontraría un delator? Manifestación de rabia o búsqueda de un suicidio distinto que el utilizado por Maiakovski, Esenin, Svetaieva o tantos otros, nadie podrá responder nunca a esas preguntas. Una frase pronunciada a su esposa podría orientar para descifrar el enigma del gesto que lo impulsó al sacrificio: La muerte de un artista no es el fin, sino su último acto creador.

Poema
(sin título)

Vivimos insensibles, al suelo bajo nuestros pies,
Nuestras voces a diez pasos no se oyen.
Pero cuando a medias a hablar nos atrevemos
Al montañés del Kremlin siempre mencionamos.
Sus dedos gordos parecen grasientos gusanos,
Como pesas certeras las palabras de su boca caen.
Aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha
Y relucen brillantes las cañas de sus botas.
Una chusma de jefes de cuellos flacos lo rodea,
infrahombres con los que él se divierte y juega.
Uno silba, otro maúlla, otro gime,
Sólo él parlotea y dictamina.
Forja ukase tras ukase como herraduras
A uno en la ingle golpea, a otro en la frente, en el ojo, en la ceja,
Y cada ejecución es un bendito don
Que regocija el ancho pecho del Osseta.
Noviembre de 1933
Publicado inicialmente en Glocal Revista

DATOS BIOBIBLIOGRÁFICOS
      Osip Mandelstam nació en Varsovia en 1891 y se inició como poeta militando en el movimiento “acmeísta”, –derivación del simbolismo ruso, y reacción contra él–, pero evolucionó con el tiempo hacia posiciones muy personales, síntesis del simbolismo, el futurismo y el acmeísmo. Un poema contra Stalin le valió en 1934 un destierro a los Urales, donde intentó suicidarse, y tras varios años en Voronezh, en los que pudo continuar su producción en condiciones precarias, regresó para ser nuevamente arrestado en 1938 y condenado a cinco años de trabajos forzados.

      Murió en un campo de trabajo cercano a Vladivostok el 27 de diciembre de 1938. La poesía de Mandelstam, considerado ya uno de los mayores poetas rusos del siglo, fue milagrosamente conservada por Nadiezhda, su mujer, autora de dos libros: Contra toda esperanza y Libro segundo, en los que cuenta las trágicas experiencias que vivió con el poeta durante los años del terror. Mandelstam fue también un gran prosista. Coloquio sobre Dante, prueba de su conocimiento de la Divina Comedia, la cual citaba de memoria cuando aún no había descendido él mismo al infierno de Stalin.
Libros publicados
Poesía
•        La piedra, 1913
•        Tristia, 1922
•        Cuadernos de Moscú, 1930-1935
•        Cuadernos de Voronezh, 1935-37
Prosa
•        El rumor del tiempo
•        La cuarta prosa
•        Viaje a Armenia
•        De la poesía
•        Coloquio sobre Dante       .        
________________________________________Osip Mandelstam
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POEMAS

Me duele que ahora sea invierno...
Me duele que ahora sea invierno
y no se oigan los mosquitos en casa,
pero tú me hiciste recordar
la fugacidad de la paja.

Las libélulas vuelan en el añil,
la moda revolotea como una golondrina,
¿Hay una cesta en tu cabeza
o una oda solemne?

No me atrevo a dar consejos,
son inútiles las excusas,
pero es eterno el sabor de la nata
y el olor a azahar de la naranja.

Tú todo lo comentas sin pensar,
tus juicios no pueden ser más errados.
¿Qué hacer? Incluso el pensamiento más dulce
desde fuera parece una locura.

Y tú, intentas batir un huevo
con una cuchara de palo.
Ya está blanco, casi a punto,
y sin embargo, falta un poco aún.

Y es verdad que es culpa tuya,
¿para qué juzgas y buscas el reverso?
Tú, que fuiste creada
para las riñas de las comedias.

En ti todo irrita, todo canta,
como un gorgorito italiano.
Y la cereza de tu boquita
pide una pasa.

No intentes ser sabia,
en ti todo es capricho,
y la sombra de tu capa
es una máscara veneciana.
1920  De Tristia y otros poemas


Toma de mis manos para tu gozo...
Toma de mis manos para tu gozo
un poco de sol y de miel,
como nos ordenaron las abejas de Perséfone.

No soltar una barca a la deriva,
no sentir en la piel la sombra de una bota,
no vencer al dolor en esta vida dormida.

Sólo nos quedan los besos,
afelpados como abejitas
que mueren lejos de la colmena,
y que murmuran en la transparente espesura de la
   noche,
su patria es el bosque dormido de Taigeto
y su alimento, el tiempo, la pulmonaria y la menta.


Toma para tu gozo mi regalo salvaje,
este feo y seco collar
de abejas muertas que convirtieron su miel en sol.
1920
De Tristia y otros poemas


Porque no supe retener tus manos...
Porque no supe retener tus manos,
porque traicioné la dulzura de tus labios salados,
debo aguardar el alba en la acrópolis dormida.
¡Cómo odio el hedor de los viejos troncos!

Los guerreros aqueos ensillan a oscuras sus caballos,
sus mordientes sierras se aferran a los muros,
nada calma el seco tumulto de mi sangre,
y no hay para ti ni nombre, ni sonido, ni molde.

¿Cómo pude pensar que volverías? ¿Cómo osé
   pensarlo?
¿Por qué me separé de ti antes de tiempo?
Aún no se disipó la sombra ni cantó el gallo,
ni hendió la madera el hacha ardiente.

En los muros la resina destila cual lágrima
   transparente
y la ciudad siente sus costillas de madera,
pero la sangre afluye a las escalas y al asalto se lanza.
Tres veces soñaron los guerreros esta imagen seductora.

¿Dónde está la querida Troya? ¿Dónde la casa del rey,
de la doncella?
Será destruido el alto nido de Príamo.
Y caen las flechas como lluvia seca de madera,
y otras flechas, como avellanos, crecen en la tierra.

La última estrella, picadura indolora, se apaga,
la golondrina gris de la mañana llama a la ventana
y el lento día se remueve como un buey entre la paja,
y luce en las calles, arrugadas por tan largo sueño.
1920 De Tristia y otros poemas

Cuando una luna urbana aparece en las calles...
Cuando una luna urbana aparece en las calles
y lentamente ilumina la ciudad dormida
y crece la noche, llena de desaliento y de cobre,
y la melodiosa cera cede el paso a un tiempo rudo,

y gime el cuco en su torre de piedra
y una pálida segadora, descendiendo a un mundo
   agotado,
silenciosamente remueve las inmensas agujas de
   la sombra
y arroja al suelo de madera la paja amarillenta...

1920 - De Tristia y otros poemas

5 comentarios:

  1. "La muerte de un artista no es el fin, sino su último acto creador".

    Esa es la respuesta a su "muerte anunciada". El acto de creación es la gran rebelión al inhumano orden establecido. Desde esta visión Osip Mandelstan, como un nuevo Prometeo, rinde homenaje a la libertad del hombre.
    Gracias Artesanías



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  2. doloroso. muy interesante el artículo. susana zazzetti.

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  3. Un resumen del daño que hizo el stalinismo en cada inviduo, en el movimiento político de 1917. Un ejemplo de que detrás de la palabra efectiva y contundente se necesita una vida coherente más que un poeta laureado y reverenciado.
    Estas son notas indispensables

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  4. No muchos se han puesto a pensar en las consecuencias del genocidio estalinista, una generación tras otra probó las crueles delicias del gulag y de la Siberia como plaza de castigo pR l CREACIÓN QUE NO HICIERA EL CULTO A LA PERSONALIDAD DEL GRAN DICTADOR PARANOICO
    andrés

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