domingo, 19 de octubre de 2014

Cristina Pailos



La nostalgia es peligrosa

Por Cristina Pailos

“La vejez es un estado de ánimo. Si se alimenta bien, señora,  se mantiene activa, y no piensa en que hay placeres prohibidos para usted, verá como se prolonga la juventud. Cante , baile, no le tema al amor, viaje y eso sí : cuide su estética “

Cada vez que escucho a las charlatanas de los programas femeninos, me vuelvo un erizo. Es fácil decir no le tema al amor, son absurdas, si no se trata de miedo sino que le echas el ojo a alguno  y te contesta: Debio ser linda usted cuando era joven. ¿Quiere que la ayude a cruzar la calle?
Ayer un grupo de amigas comentaba uno de esos programas y lo que agregué  no cayó muy bien:
Hacé todo lo que quieras pero la vejez es contundente, autoritaria, antipática e impredecible.  Tenés achaques y límites .¿O no? Cuantas veces escuchaste: ¿Murió? ¿Cuándo? Si ayer la ví y estaba regia.
No es cuestión de hacerse la piba ni tampoco de estar pensando siempre en el final .  Si no podemos aceptar nuestros límites y movernos con alegría y naturalidad dentro de ellos, entonces seamos pacientes, no nos apresuremos: la vejez es patética pero por suerte pasa pronto. 
Una amiga del grupo, Elsita, es la que peor aceptar la vejez. Nunca fue muy lúcida pero ahora está insoportable. Es mayor que nosotras. Cuando yo estaba en primer año , ella ya estaba en quinto. Después que enviudó la vimos tan tirada, que pensamos ésta va a ir detrás del marido en cualquier momento.  Lo peor es que ni siquiera lo haría por amor, sino por nostalgia de cuando él le decía : que bien que cocinás el pescado, que mugre que hay en otras casas; no son todas como vos. Me acuerdo un día en la peluquería. Ella pensó que como yo estaba en el secador no escuchaba así que contó  barbaridades del marido al insectito chusma del peluquero que revolvía y revolvía el caldero de deshechos matrimoniales para sacar cucharones de chismes.   Después que enviudó empezó a hablar bien  del pobre.  Reconozco que fueron otras del grupo las que se propusieron integrarla. Para mí, con decirle hola que tal cuando la encontraba era suficiente. Creo que la vejez no te transforma, sólo magnifica deficiencias ; quien fue idiota toda la vida se vuelve idiotísimo, a quien le gustó el dinero se vuelve avaro, quien fue crítico se vuelve lengua de víbora,( éste último es mi caso)
Elsita vive envidiando a los jóvenes. Cuando ve una bandada de chicos y chicas riendo y en moto o en bicicleta, siempre dice: como quisiera volver a esa edad. Me encantaba andar en bicicleta. Si mira un programa donde hay gente bailando , empieza : eso no es bailar, yo sí que bailaba… En nuestra época se bailaba, bueno la música era otra también. ¿Se acuerdan cuando gané un trofeo en un concurso de rock and roll? Yo amaba a Elvis Prestley , a Bill Halley y por supuesto a Little Richard. Después de esos genios, para mí, se terminó la música, excepto algún tango de la Guardia Vieja, como Leguizamo o Madreselva.
Llegué a la conclusión de que se le terminó hasta la ciudad porque seguía nombrando calles con nombres que ya nadie conoce o negocios en cuyo terreno hubo tres o más demoliciones desde aquel tiempo que ella llama “ mi época”
Le pregunté, al estilo del insectito peluquero : -¿Tenés discos de Elvis?--Claro- me contestó – y no sólo los escucho sino que dentro de lo que me permite este cuerpo viejo como de madera, también lo bailo. Sola, claro , pero lo bailo y me imagino que estoy en otros tiempos.

En dos días organizaría la fiesta que ella denominó: Cuando el mundo era una fiesta, y yo la imaginaba como de sonidos de postguerra que llegaban retrasados al Atlántico sur.

Cuando nos abrió la puerta , no lo podía creer. Se había puesto una pollera acampanada que entonces se la llamaba pollera plato , con enorme vuelo, unos zapatos de taco aguja altísimos y arriba una blusa con mangas abuchonadísimas, tipo plato, también. Maquillaje blanco , los ojos bien pintados de negro al estilo Cleopatra, o mejor dicho, Elizabeth Taylor en la película Cleopatra, una peluca negra, y una gargantilla dorada pegada al cuello que representaba a un aspid con la lenguita afuera para cleopatizarse aún más al estilo Hollywood. No calculó que la orografía del cuerpo de entonces ahora, había sufrido todo tipo de embates hasta modificarlo . Donde ayer había montañas erguidas con orgullosos picos, ahora había mesetas y hasta valles y hondonadas. Se notaban hundimientos y hasta deslizamientos de algunas superficies. Al salirse todo de su asentamiento original, algunos rincones habían quedado con sobrantes de otros lados en forma de rollos. Todo el mapa se había bajado. De manera que la pollera plato no encontró la cintura de avispa de entonces y  ella tuvo que hacerle algunos añadidos y calzársela  como de tiro bajo, hasta donde pudo subir. Las pinzas de la blusa que señalaban y daban forma al busto habían quedado arriba del verdadero busto, de manera que parecía un doble busto: dos tazas chatas arriba y dos tazas chatas abajo.

Había sándwiches y mucho Cuba Libre (fernet con coca cola, creo) . Sacó los discos y un viejo winconphone que según nos explicó lo había hecho arreglar hacía poco y fue trayendo los discos. Volvió a repetir que cantaría y bailaría y yo miraba los tacos aguja y pensaba: otra operada de cadera. Puso un disco de Elvis y cantó al unísono.
Love me tender
Love me sweet.
Never let me go
You’ve made my life complete
And I love you so.

    Parece que a último momento se le prendió una lucesita  porque dijo: para contonearme , prefiero estar descalza .
Preguntó quien se animaría a bailar con ella, y la más ágil de todas, Magda, profesora de gimnasia jubilada , se ofreció.
Desde el principio, se notó que los cuerpos, sobre todo el de Elsita, parecían de gente divirtiéndose en un cumpleaños de geriátrico, y Magda se posesionó, la levantó para después pasarla entre las piernas pero el peso de Elsita pudo más y el cuerpo retumbó en el suelo como madera.
Magda también quedó con bastante dolor pero Elsita se desmayó y no reaccionaba. Vino el portero asustado y atraído por  ese ruido seco a mueble pesado al que se le vencieron las patas y cuando vio el cuadro , se persignó. Vino la ambulancia y se la llevaron. Llamamos a la hija y en un rato nos encontramos todos en el sanatorio.
La hija primero se preocupó mucho pero cuando la vio dijo: ¿Y ese espantoso disfraz que quiere decir?. Ella sola estaba disfrazada. ¿Qué está pasando? Diganme la verdad, ¿Está para internar en un neuropsiquiátrico, como yo creo? Es difícil de aceptar.  A veces tengo nostalgia de cuando ella era joven y hermosa y nosotros éramos chiquitos.
Alcancé a decirle: guarda querida con la nostalgia . Es peligrosa.

3 comentarios:

  1. CRIS ESE HUMOR TAN ÁCIDO ES TERRIBLE.LO TUYO ES EL HUMOR, MUY BUENO PERO ME ATERRA CRIS TI, JA, JA, JA,

    SOY LA DE pALERMO CRIS

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  2. De lo sublime a lo ridículo media solo un paso, lo mejor es aceptar y disfrutar lo que nos toca Humor, grotesco, ingredientes críticos de un Cuba libre que no era con fernet así como la felicidad no reconoce un ingrediente único, excelente crónica sobre Elsa...y algún conocido, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  3. Comparto la idea que la vejez no es signo de transformación, sino que marca más las cualidades y los defectos. No le encontré humor .Quizás porque puede ser mi espejo.
    En nombre de la literatura, el texto tiene una excelente graduación de lo desmesurado... o no. Siempre dando la autora un justo punto donde la excelencia vence al miedo respetuoso que me da su lectura.
    Felicitaciones, Cristina y cariños.

    MARITA RAGOZZA

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